La Noche de Brujas

Escrito por el 02/11/2008

Nosotros, los colombianos – principalmente en las capas populares –  seguimos visitando el 1º de noviembre las tumbas de nuestros seres amados. En mi caso, desde hace seis años no puedo visitar la tumba de mis padres porque el gobierno de Uribe nos tiene prohibido, a la familia directa de Jorge Eliécer Gaitán, acercarnos a sus tumbas, en un gesto más de su arbitrario gobierno.

Los días 31 de octubre y 1º y 2 de noviembre se encuentran justo a la mitad entre el equinoccio de otoño (22 de septiembre) y el solsticio de invierno (22 de diciembre) del hemisferio norte. Cuando los días son más cortos y se presenta la disminución de las horas de luz solar, los pueblos de la antigüedad lo interpretaban como la pérdida del poder del sol que, tanto para ellos como para nuestras culturas prehispánicas,  simbolizaba el poder supremo del universo. Para contrarrestar aquella debilidad del sol, realizaban ceremonias que le dieran fuerza y restablecieran su poder que está al origen de la vida.

En Europa, la iglesia cristiana absorbió las antiguas festividades solares paganas, instituyendo sus propios ritos sobre estas fechas, cristianizando las celebraciones paganas como el halloween.

Quienes en Nuestramérica han conservado con más rigor el rito a los muertos, heredado de nuestros antepasados, han sido los mejicanos con sus ofrendas, recogiendo la antigua tradición pehispánica de revivir al sol.

Nosotros, los colombianos – principalmente en las capas populares –  seguimos visitando el 1º de noviembre las tumbas de nuestros seres amados. En mi caso, desde hace seis años no puedo visitar la tumba de mis padres porque el gobierno de Uribe nos tiene prohibido, a la familia directa de Jorge Eliécer Gaitán, acercarnos a sus tumbas, en un gesto más de su arbitrario gobierno.

Pero la verdad es que la fiesta llamada de halloween, por su contenido comercial con su venta de máscaras y disfraces, ha absorbido el sentido religioso y mítico de esta festividad. En Colombia, este año y más que nunca, las calles se llenaron de brujas, dráculas, princesas, hombres araña y demás figuras de la mitología moderna y la gente festejó con intensa alegría una fiesta que caía en el momento mismo en que estábamos, casi con más intensidad que nunca, queriendo espantar la noche, la muerte y la tristeza.

Esta misma semana, las autoridades (Fiscalía, Procuraduría, etc.) nos informaban que han llegado a más de 900 los colombianos inocentes ajusticiados por altos miembros del ejército para cobrar recompensas. Se trata siempre de gente muy humilde, cuyo marginamiento impide que se oigan sus quejas y tengan eco en la opinión pública. Los escogen pobres, desvalidos, impotentes, para que no puedan hacerle frente a este sanguinario método que supera cualquier película de terror.

La diabólica política de “seguridad democrática” de este gobierno, que premia el asesinato, la delación, la mentira y la traición, ha llevado a que los altos mandos del ejército, para ganar premios y lograr metas impuestas, asesinen a centenares de colombianos haciéndolos pasar por guerrilleros.

Cuando esto fue denunciado por diferentes ONGs, el gobierno las tachó de aliadas del terrorismo. Pero la verdad era mucho más escalofriante que toda denuncia.
Tan fuerte fue el rumor, tan sucesivas las denuncias de organizaciones internacionales como la ONU, Human Rights Watch, Amnistía Internacional e incluso el candidato Obama, que el gobierno decidió – para salvar al ejército como un todo – destituir a 27 altos mandos, a quienes se les achacaron todas las culpas. Era necesario sacrificar un grupo para que, como chivos expiatorios, lavaran la imagen ensangrentada del ejército.

Siempre me ha intrigado el hecho de que en medio de los conflictos humanos, quienes los viven, siguen festejando bautizos, matrimonios, cumpleaños y rituales. Probablemente es el deseo del hombre de querer vencer la violencia y festejar la vida. Es casi un acto de exorcismo a la muerte.

Nada más lógico, entonces, que los colombianos rumbiáramos  con frenesí el pasado 31 de octubre y el 1º de noviembre, porque lo que estamos viviendo es una larga, larguísima “noche de las brujas”, a quienes hay que espantar y asustar, por lo menos, con disfraces.

Lo único que no concuerda es que nos estén “dando caramelo” al ritmo del alucinante lema de “trick or treat” (truco o trato) que se concreta, ni más ni menos, en el “truco” de destituir a unos pocos para lograr la “treta” de encubrir al régimen y que, encima de todo,  nosotros nos estemos comiendo sus dulces, sus mentiras y sus falsos positivos.

Bogotá, noviembre 2 de 2008


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