¿Quién abre la casa? ¿Quién limpia tus despojos?

Escrito por el 12/06/2021

La argentina blanca es un proyecto político a combatir en todas las trincheras que ocupemos. Debemos seguir escudriñando con visión afilada estos y todos los gestos que, en la arena pública (y privada), nos lleven a naturalizar las epopeyas de la historia oficial. Cabe la pedagogía de hacer preguntas cuando sospechemos que nos están negando una parte de la historia, cabe el enojo cuando nos determinan con quiénes debemos forjar lazos fraternos, cabe la réplica cuando definen los orígenes lejos de las raíces.

¿Quién abre la casa? ¿Quién limpia tus despojos?

Por Magdalena Camejo* para El Zumbido

Hoy, en pleno siglo XX
Nos siguen llegando rubios
Y les abrimos la casa
Y los llamamos amigos

Pero si llega cansado
Un indio de andar la sierra
Lo humillamos y lo vemos
Como extraño por su tierra

 

“Maldición de Malinche” fue escrita por Gabino Palomares en 1975 e interpretada intensamente junto a Amparo Ochoa en muchos escenarios. Remite a un relato instalado durante siglos en el imaginario colectivo, que le atribuye la responsabilidad de la conquista de la llamada América a una mujer capturada, esclavizada y utilizada como traductora por Hernán Cortés. Historiografía misógina mediante, la “maldición de malinche” es la referencia a esa construcción cipaya, hipócrita y negacionista instalada en “nosotres” ciudadanes de una patria, respecto de los pueblos-nación originarios. Cual escupitajo que desprecia el servilismo para con el extranjero, maldición aquí es una desgracia esparcida a todo el pueblo, por tanto, es lastimosamente compartida.

Imposible no tararear esa canción cuando el miércoles asistimos al discurso presidencial recibiendo a su par de españa. El presidente de argentina mal-citó una frase de canción que dice “Los brasileros salen de la selva, los mexicanos vienen de los indios pero nosotros, los argentinos, llegamos de los barcos”. Esto generó álgidos debates, escritos, enojos y memes. Esta frase (más-menos adornada) fue dicha anteriormente por presidentes, manuales de historia, intelectuales e investigadores pero hoy pareciera que se tocó una fibra particularísima. Y es que, a los discursos hay que analizarlos siempre en contexto. Contexto sociohistórico y contexto performático.

Hace menos de un mes llegó a la capital del país la Marcha Plurinacional de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, acarreando trazos de territorios por 1900km. En plena pandemia y consecuentes restricciones, este fue uno de los gestos de visibilización más potentes. Caminaron desde distintos puntos del país para mostrar las venas abiertas y bombeantes de los pueblos y realidades concretas a la capital, el centro, la cabeza de la toma de decisiones. Denuncian terricidio que es la síntesis del genocidio, el ecocidio, el feminicidio y el espistemicidio (saqueo y destrucción de saberes ancestrales) que sufren las comunidades desde el momento en que los pueblos pre existentes al Estado Nación fueron saqueados, destruidos y colonizados y hasta el día de hoy. Llegan a la capital en este año donde asistimos a incontables denuncias de saqueos y abandono a los pueblos originarios; de incendios provocados en aras de justificar emprendimientos energéticos, entrega de cuencas de ríos, ampliación de la frontera agrícola, desmontes. Esta coyuntura de cercano plazo no pasa desapercibida. Para quienes no habitamos en las siglas CABA-AMBA, esta es la foto diaria, la daga constante, la realidad cotidiana.

Respecto de la performance, sabido es que el protocolo y ceremonial que atañe a los encuentros entre mandatarios de estado se asemeja bastante a un baile de salón, así que se entienden las reverencias en esos términos rituales. El discurso podría haber tomado otro curso pero se eligió que fuese en clave de parentesco. No se trata de una frase aislada solamente, se trata de toda una polifonía de sentidos que define: familia, moral, casa.

Familia porque dijo AF que los vínculos entre España y Argentina son sólidos naturalmente y usa su apellido paterno como ejemplo. Reafirmando así la institución familiar de lazos sanguíneos, la herencia genética inmodificable. El vínculo que por natural, es incuestionable. A los donantes de esperma les debemos pleitesía, la vida misma y sojuzgamiento. ¿Quién se atrevería a quebrantar la herencia? A los embistes familiares hay que ponerles la otra mejilla, hay que reconciliar, perdonar y olvidar para convivir en paz. Se comprende cuando hace más de un año la retórica oficial profundiza el ideal de casa-familia hegemónica y subalterniza otras tramas político-afectivas.

Moral, pues de ahí la escucha atenta y prejuiciosa que no quiere imposición de familiares ni demarcación de casas, menos aun cuando eso supone mordaza. Ya sabemos el destino para quienes osan cuestionar el andamiaje familia-capitalismo-trabajo no remunerado. Sigue AF luego de la mención a la bajada de los barcos: “(…) y así construimos nuestra sociedad. Y Europa ha estado entre los principales inversores, reales, no financieros. Inversores para el desarrollo de nuestro país.” Es decir: La inversión en la matriz ideológica ha sido altísima incluyendo, principalmente, el proyecto de expansión de la iglesia católica, la moral judeocristiana y el liberalismo como proyecto económico. Así que sí, aparte de los capitales financieros, hace siglos somos territorios de inversión doctrinaria y sostenida para el sostenimiento de la matriz económica.

Entonces, ¿Quién abre la casa? No la están abriendo las marronas, las negras, las indias. Es el presidente varón, blanco, universitario, porteño, cishetero. Entonces, en el espejo del hall de entrada se refleja eso y se refracta le otre. De esa entraña salió el “furcio”. Y como el proceso de construcción de identidad(es) implica la afirmación de quién soy a partir de aquello que no soy (o no quiero ser), definirse blanco en estas tierras precisa de distanciarse de los indios mexicanos y del salvajismo de la selva. Pero frente al hermano mayor el subtexto contextual es brindar las garantías de que este país no le traerá los problemas de aquel tropo: lo indómito de lo negro, lo revoltoso de lo originario. En el contexto latinoamericano de los últimos años donde asistimos a levantamientos, resistencias y reclamos territoriales. En cada uno de ellos, emergen, a su manera y a su tiempo, pueblos originarios, organizaciones marrones, negras, sudakas, no-heterosexuales, disputando pantalla, palabras, podios, banderas, lugares en gabinetes. Pero aquí no somos ese otre. Más que un blanqueamiento retórico, la frase es clara complacencia y reaseguro de obediencia y pulcritud. En esta casa-común, entonces, no ingresa todo lo anterior.

¿Quién limpia tus despojos? Ahora sí, esta parte le toca a les que no eligieron abrir la casa ni el barco donde navegar. Absorber el desorden que dejan las inversiones de matriz extractivista nos toca a les que no gobernamos desde el centro. Les toca a quienes viven en zonas de sacrificio, en los márgenes de las metrópolis, en territorios arrasados por la megaminería, el fracking, la soja transgénica, las granjas porcinas. Abren la casa y nos dejan los residuos de su fiesta para que limpien/limpiemos les que siempre han/hemos estado en las sombras de la historia oficial, fotografiades y definides como “peligroses”, “salvajes”, “malvivientes”. Se han nutrido de ese trabajo mal pago, de esos saqueos, de esas industrias sin licencia social y tienen el atrevimiento de hermanarnos forzosamente para evitar disgustos en la cena navideña.

Recuperado el contexto en la corta duración, tal vez resulte más fácil comprender las reacciones. Impecables escritos, artículos y posteos han dedicado tiempo a explicarle al presidente y a quienes portan la maldición, la gravedad de sus dichos y las razones históricas para desmentirlo. Con todas esas características quedan fuera, por supuesto, las rastreras e infundadas respuestas de los sectores de ultraderecha.

Pero importa aquí escarbar en las réplicas en tanto límites políticos al gesto de fraternidades no elegidas, negación simbólica de resistencias cercanas, imposición de cánones de pertenencia.

Las preocupaciones del oficialismo por resguardar la figura del líder no debería incomodarles tanto (o sí), si pudiesen visualizar que son varios los sectores no-blancos los que están rechazando esa definición centralista. Sólo las lógicas occidentales conciben las ofensas en términos individuales, entonces el “Pido disculpas a quien se haya sentido ofendido o invisibilizado” no cabe, pues no se trata de hacer listado de segregaciones, sino de reaccionar colectivamente a una ofensa contra nuestras memorias, para deshacernos de la maldición cotidiana de los olvidos selectivos. No se tramita “puertas adentro”, no se disculpa con autoflagelos, se debe romper cofradía pues se reacciona a ella. Las ofensas se reparan siempre que existan quienes pongamos límite a la misma. Como cuando en 2020 el mismo presidente dijo en el acto de promoción de FFAA: ”esto amerita que de una vez por todas demos vuelta la página y celebremos” en refuerzo de la importancia del integrar desde el perdón y la reconciliación. El llamado a la convivencia pacífica con fuerzas represivas y fuerzas de explotación, despojo y saqueos, es efectivamente una ofensa, principalmente porque disputar, discutir y guerrear a diario contra esas construcciones es altamente costoso y se carga en los cuerpos. La mecánica del perdón supone, entonces, dispositivos de olvido constantes.

La argentina blanca es un proyecto político a combatir en todas las trincheras que ocupemos. Debemos seguir escudriñando con visión afilada estos y todos los gestos que, en la arena pública (y privada), nos lleven a naturalizar las epopeyas de la historia oficial. Cabe la pedagogía de hacer preguntas cuando sospechemos que nos están negando una parte de la historia, cabe el enojo cuando nos determinan con quiénes debemos forjar lazos fraternos, cabe la réplica cuando definen los orígenes lejos de las raíces.

Pasadas las “saludables” reacciones: ¿Estamos dispuestes a revisar de dónde venimos? ¿Estamos dispuestes a abandonar los relatos del padre fundador y armar propias alianzas? ¿Estamos dispuestes a revisar quiénes realizan y ocupan ciertos trabajos hoy? ¿Estamos dispuestes a abandonar la mirada esencialista sobre la historia y los pueblos? ¿Estamos dispuestes a tramarnos en clave plurinacional reconociendo nuestros rostros y trazos no-blancos? ¿Estamos dispuestes a recuperar el enojo en clave analítica y ver que los despojos de las propuestas desarrollistas le impactan a los mismos sectores siempre?

Organicemos en digna rabia (al decir zapatista) nuestra memoria común. Seamos el incómodo y colectivo recordatorio. Recuperemos la mirada sobre nuestros cuerpos-otros y disputemos relato. Actuemos a diario la irreverencia y seamos les-otres-otres siempre.

*Antropóloga y docente


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