Los peligros de la vocación
Escrito por El Zumbido el 14/07/2021
El lunes se sumó el asesinato por desidia estatal de Mónica Jara al de Nicolás Frances y Mariano Spinedi producto de la explosión en escuela albergue de Aguada San Roque (Neuquén). La ministra de Educación de la Provincia mandató el retorno a la presencialidad y frente a lo acontecido alega que no entiende qué hacían trabajando allí cuando la escuela no estaba habilitada. Esa es la expresión socarrona de quien sabe que la explotación laboral se sostiene en la construcción de la vocación docente.
Por Magdalena Camejo* para El Zumbido
Sobre esto Aliaud (1994), que realiza historia de la formación docente en la época sarmientina, sostiene: “La vocación, entendida como ´llamada interno’, no racional, promueve consagración; entrega, sacrificio, en pro de una ‘gran´ causa. Ser maestro por vocación implica consagrarse a la enseñanza. ´por amor a…’, cualesquiera que sean las necesidades personales y las condiciones objetivas en que ésta se desarrolle. Y eso no es todo. Tal como el obrar del sacerdote; cuanto más sacrificada, humilde y silenciosa sea la tarea del maestro pareciera ser más merecedora de elogio. (…) El deseo de hacer el bien, en el silencio y en el olvido, aparece definido, desde esta concepción, como ´el móvil puro y verdadero de abrazar la vocación docente´. Motivos ´elevados´, tales como el amor (a la patria, la escuela, los niños) sirven de impulso para la carrera docente. Bajo este sustento ideológico, la mujer se consideraba ‘naturalmente´ dispuesta para dedicarse a la enseñanza, lo que no sucedía con los hombres (…)”.
Me pregunto cómo en 2021 no podemos extrañarnos de esas retóricas anodinas que nos exigen sacrificio, voluntarismo y entrega mostrando nuestras credenciales de buenas muchachas en lo íntimo. Esa vocación de servicio que se infiltra fuertemente en las identidades de trabajadores de la salud y educación, desde el año pasado ha sido un goteo constante de disciplina. Las tareas de cuidado y educativas siguen considerándose “naturales” y gratuitas. Por eso, cuidados y pedagogía van de la mano. Porque enseñar a cuidar-nos es transmitir irreverencia, es historizar, es desnaturalizar.
¿Notaron cómo aparecen con cierta regularidad imágenes de estudiantes buscando señal para enviar la tarea en contextos paupérrimos? ¿Historias de docentes que hacen lo imposible por sostener vínculo pedagógico? Por si íbamos dejando crecer la rabia y la conciencia, el zarpazo mediático e institucional nos devuelve discursos de beneficencia y caridad. Abona carreras sutiles por consagrarse como la más sacrificada, la más abnegada, el más héroe, el más mártir. Podio, por cierto, que tiene como recompensa corporalidades desgastadas e identidades trabajadoras despolitizadas.
Si no defendemos que la vida precisa condiciones suficientes para su desarrollo, abonamos a un mensaje que cala hondo: no valemos. Aguada San Roque es un paraje en el corazón de Vaca Muerta y como les docentes somos también el territorio donde anclamos nuestra práctica, ¿Qué mensaje damos a una población atravesada por el extractivismo? ¿Qué queremos que piensen de sí les estudiantes? Si no politizamos los efectos de nuestros discursos de entrega desmedida, profundizamos el horizonte de despojo para todes. El abandono y la negligencia son política de estado cuando el objetivo es el vaciamiento de los territorios. Por eso me preocupa el servilismo por vocación, pues emana de una concepción altamente riesgosa de concebirnos dispensables, residuales, desechables. Porque el pivot entre la entrega desmesurada y sabernos necesaries en la trama social es esa finita línea que nos da identidad.
Pero no esa identidad impostada, complaciente y cabizbaja.
Sino la identidad como apuesta política (nunca confortable), de la irreverencia cotidiana.
Empecemos por nombrar quiénes somos lejos de la vocación y más cercana a la formación política laica. Y sigamos por nombrar responsables directos y concretos. El estado en forma de CPE, el estado que terceriza y fragmenta el funcionamiento del sistema educativo. El estado en las conducciones sindicales que no se arriesgan a dar nombres ni a revisar sus retóricas.
Entonces debemos reconfigurar nuestra identidad sin que la definan los gobernantes y dirigentes que nos necesitan entregades en bandeja.
Lo que ellos siguen llamando “vocación”, compañeres, es compromiso de clase, es trabajar situadamente, es sabernos necesaries. Es algo así como ‘trabajo’ si pudiésemos darle giro epistémico. No muertes, no inmoladaes, no sacrificades por una moral y por conducciones que jamás entenderán de afectos.
Rebelarnos, entonces, a las indicaciones gubernamentales si detectamos riesgo; construir autonomía de pensamiento y procedimiento al interior de cada espacio laboral; mantener alta la sospecha y afilada la palabra.
*Antropóloga y docente