A 10 años de la Sala Alberdi: «la libertad artística era nuestra bandera»
Escrito por ANRed el 27/08/2020
El 17 de agosto del 2010, en un contexto latinoamericano de fuerte ebullición social, se toma la Sala Alberdi, una sala de teatro ubicada en el sexto piso del Centro Cultural San Martín (CCSM), en el centro de la Ciudad de Buenos Aires. Con una fuerte impronta privatista propia de los 90′, la gestión del centro cultural comenzó a cerrar los espacios de formación y las funciones abiertas al público. Frente al vaciamiento, como justificación y antesala de la injerencia de empresas privadas en la cultura, estudiantes y talleristas de la Sala Alberdi comenzaron por tomar el hall de entrada del sexto piso. Luego de dos años y medio de Toma y Autogestión, el 13 de marzo del 2013 la Policía Metropolitana (hoy Policía de la Ciudad) desalojó el acampe que se había establecido en la plaza seca del CCSM, reprimiendo violentamente e hiriendo a tres personas con balas de plomo. Para hablar acerca de esta experiencia, entrevistamos en «Enredando Las Mañanas» a Lucía, quien participó de aquel proceso y afirmó: «nuestro discurso era que era un teatro para los que no tenían teatro. Era un espacio abierto para la expresión del arte y la cultura. La premisa de libertad artística era nuestra bandera».
«Estábamos en un conflicto de mucha revuelta de la juventud, no sólo en Buenos Aires y el conurbano bonaerense, sino que se fue expandiendo lo que se llamó ‘el estudiantazo’ en todo el país, donde la juventud se fue levantando en otros lugares de América Latina, y muy emblemáticamente para nosotros en Chile y Colombia. En ese momento de ebullición se toma la Sala Alberdi, y que ingresamos muchos estudiantes del antiguo Instituto Universitario Nacional del Arte, que hoy es la Universidad del Arte, desde la segunda semana de la toma. Obviamente que quienes habían arrancado con la toma fueron alumnos y ex alumnos de talleres que se dictaban ahí, y que denunciaban el proyecto de vaciamiento», recuerda Lucía.
En la misma línea, amplía: «acá en Argentina ese plan de vaciamiento fue bajado por IRSA y el Banco Interamericado de Desarrollo (BID) para trasladar todo lo que era la cultura estatal hacia un proceso de privatización y darle muchísima entidad a las artes multimediales, desplazando a las demás expresiones artísticas, que son las teatrales, musicales, de danzas, o expresiones escénicas, para darle principal lugar a las nuevas tecnologías».
También detalló los ataques y amenazas diarias que fueron sufriendo, por lo cual decidieron, finalmente avanzar con la toma del espacio: «como desde el primer momento tuvimos no sólo problemas con la amenaza de desalojo en términos legales, sino también con la patota de la burocracia sindical que estaba en el CCSM, bajo el gremio del SUTECBA , el mismo que el 23 de julio cagó a palos a trabajadores escenciales que fueron a reclamar condiciones dignas de trabajo al Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat porteño, que era el que generaba aprietes para que se levante la toma. Fue en ese contexto que nos instalamos en la sala. Vimos que tenía al menos 200 butacas, y consideramos que lo teníamos que empezar a autogestionar como trabajadores de la cultura, y vamos a abrirlo para el pueblo dijimos. Y así empezamos a hacer ciclos de arte. Entonces, venían las compañeras que estudiaban danza y hacían el ciclo de danza. Los compañeros y compañeras de cine hacían el ciclo de cine debate. Quienes estudiaban artes visuales, armaban los murales. Y nosotres que éramos estudiantes de teatro, armábamos distintas varietés y ciclos de teatro», rememora.
En ese contexto, destaca la importancia de la vinculación con los medios comunitarios y alternativos: «desde el primer momento nos vinculamos con los medios alternativos, populares e independientes, para visibilizar el reclamo y también expandir la grilla de actividades lo más que podíamos. Cada vez más se fue sumando gente y llenábamos la sala todas las semanas» afirma Lucha.
Lucía también se refirió a los cambios de estrategia que fueron discutiendo y adoptando para continuar con la medida, la vinculación con trabajadorxs del Centro Cultural, organizaciones y movimientos sociales, además del abanico de tareas que conllevó autogestionar el arte popular, y cómo empezaron a salir a la calle y montar los espectáculos desde múltiples trincheras.
«Siempre las respuestas que tuvo el gobierno fue pelotearse entre sí la Dirección General de Enseñanza Artística y el Ministerio de Cultura. Nadie nos daba una respuesta concreta. Siempre dilataban las cuestiones para avanzar por el lado legal. Y nuestra respuesta política era bien concreta: no nos dan respuestas, vamos y montamos un espectáculo frente a las puertas de los ministerios. ¿No nos daba una respuesta la Dirección de Enseñanza Artística? Armábamos una caravana de payasos y le tomábamos las oficinas a la Dirección. Era concreto, pero directo», remarca.
«Nuestro discurso era que era un teatro para los que no tenían teatro. Un teatro abierto en todo sentido. Tanto para el público, porque hacíamos espectáculos abiertos y pasábamos la galera. Y también un espacio para que cualquier artista que quisiera desarrollar su oficio lo podía hacer, sin casting ni curaduría. Era un espacio abierto para la expresión del arte y la cultura. La premisa de libertad artística era nuestra bandera. Al público le decíamos que al sentarse en alguna de esas 200 butacas estaba formando parte activa de la toma».
En cuanto a las influencias que tenía la experiencia de la toma de la Sala Alberdi, Lucía expresó: «nos interesaban mucho las experiencias de las organizaciones artísticas en los 70′, del Frente Atiimperislista de Trabajadores de la Cultura, de Roberto Santoro, Raymundo Gleyzer, del LibreTeatro Libre en Córdoba, o la Revista Barrilete. Y fuimos desentrañando un poco esa historia y encontrándonos con este concepto de trabajadores de la cultura. Y habíamos asumido que teníamos que hacer las tareas de la forma más organizada posible, en comisiones, y actuábamos, de hecho, de una forma cooperativista. Y considerábamos que un artista no tenía que estar desligado de los problemas sociales, y debíamos apropiarnos de todas las herramientas para montar las producciones artísticas estemos donde estemos».
Finalmente, Lucía recordó la noche del violento desalojo del acampe de la Sala Alberdi por parte de la Policía Metropolitana el 13 de marzo de 2013, y la respuesta: «desalojaron el acampe, pero no pudieron desalojar el sexto piso. Fue una noche de lucha callejera importantísima. Esa anoche se gestó lo que luego fue el juicio a la policía de Macri, porque con todas las detenciones que hubo, la brutalidad de la represión, con personas heridas con balas de goma, una con fractura de cráneo y tres con balas de plomo, uno de ellos vos Polaco, los comunicadores que estaban registrando, esa noche se gestó la respuesta frente a esa represión, porque como no pudieron desalojar ese día el sexto piso, cuando logramos que nuestros compañeros bajen, el gobierno decidió reprimir ese 24 de marzo, cuando el Encuentro Memoria Verdad y Justicia desvió su movilización. Y ahí supimos que no había forma de que nuestros compañeros bajen sin tener causas legales. Nos despojaron finalmente de nuestros medios de producción. Y arrancó el momento de defensa de nuestros compañeros y el juicio a la Policía Metropolitana de Macri, que fueron muchísimos años de coordinación antirrepresiva, de la comunicación y la cultura».