“Que rompan ese pacto de silencio para decirnos dónde están los bebés nacidos en cautiverio”

Escrito por el 28/07/2021

Con tres declaraciones por videoconferencia terminó hoy la etapa testimonial de la querella en el séptimo juicio contra genocidas en la región, aunque informaron que podría sumarse algún testimonio más antes del final del juicio. Alicia Pratnoy brindó un minucioso detalle de cómo era el centro clandestino de detención, tortura y exterminio de Bahía Blanca, donde conoció a Graciela Romero, que dio a luz al hijo que gestaba cuando la secuestraron y que permanece desaparecido al igual que sus xadres. Rudy Omar Saiz contó que en ese edificio gestionado por genocidas identificó a Carlos Schedan Corvalán. Finalmente, declaró el arquitecto Gonzalo Conte, quien ofreció cartografía del sitio clandestino que al igual que el que funcionaba al fondo del batallón de Neuquén fue demolido para eliminar pruebas del horror ejercido por el estado allí.

La escritora, docente y doctora en filosofía y letras Alicia Pratnoy pasó los últimos 44 años rondando su experiencia en cautiverio. Es la autora del libro “La Escuelita: relatos testimoniales”, donde pudo reconstruir desde el exilio todos los detalles de lo que se vivía en los centros de tortura y exterminio, que por primera vez se exponía de manera sistematizada al mundo publicándose en 1986 en Estados Unidos, en 1987 en Inglaterra y recién en 2006 en Argentina, aunque ya habían circulado copias a través de Madres de Plaza de Mayo. El libro tiene un capítulo en particular (“Graciela: alrededor de la mesa”) que habla del nacimiento y rapto del bebé de lxs desaparecidxs Graciela Romero y Raúl Metz, que todavía es buscado por sus familiarxs.

Desde 1981 empezó a narrar su testimonio frente a diferentes organismos y en todo este tiempo solo pudo tomarse un año para descansar de ese fragmento de su historia. La primera vez que lo hizo fue ante la Cruz Roja, aún en la cárcel, y le dijeron que no podían tomarle la denuncia porque ningún familiar suyx estaba desaparecidx. En el Juicio a las Juntas también desestimaron su declaración por haber sido su compañero el único testigo de su detención. “Llevo 44 años denunciando este sitio que fue demolido para eliminar evidencias”, dijo al tribunal, desde Washington.

Pratnoy fue secuestrada de su casa en Bahía Blanca el 12 de enero de 1977 y permaneció casi tres años en cautiverio. Estaba con su hija de un año y medio cuando se la llevaron, que quedó abandonada hasta que sus abuelxs la rescataron. A su compañero y padre de la pequeña Ruth, con quien además compartía militancia en la Juventud Universitaria Peronista, fueron a buscarlo a su lugar de trabajo.

Después de pasarla por el Comando, la llevaron al centro clandestino de detención, tortura y exterminio, donde pasó tres meses y donde también estaba secuestrado su compañero. El 25 de abril lxs llevaron a la cárcel de Villa Floresta, donde lxs mantuvieron 52 días más incomunicadxs, hasta que pudieron comunicarse con su familia, a quienes los genocidas ya les habían mostrado un papel supuestamente firmado por ellxs notificándoles su falsa liberación. En agosto ella fue trasladada a la cárcel de Devoto y su compañero a la de Rawson. Recién a fines del 79 pudieron salir del país junto a su hija.

Cuando llegamos pude ver por debajo de la venda que decía ‘Triple A’”, relató sobre la Escuelita. “Los 105 días estuve vendada, con las manos atadas, obligada a estar acostada y sometida a todo tipo de humillaciones, golpes y torturas”, contó, además de describir el terror que tenía porque los represores le aseguraban que tenían a su hija Ruth, de quien recién pudo saber en julio.

Dijo que el centro clandestino de Bahía Blanca era “una construcción antigua con rejas estilo colonial, con ventanas y postigos verdes”, que veía por debajo de la venda. “Los presos estábamos en dos habitaciones, en la sala había una mesa en la que se sentaba el guardia a vigilarnos”, relató y dijo que eran 15 las personas detenidas, distribuidas en las cuchetas y en el piso. “Había un baño donde nos permitían a las mujeres bañarnos y a los hombres los bañaban con la manguera afuera y había una letrina”, también relató que “en la sala de tortura había escalones que iban hacia abajo y ahí también hacían las fichas de ingreso con fotos, o sea que está todo documentado, no sé dónde estarán los archivos”.

“La comida era dos veces por día, la traían en una olla grande que arrastraban, también nos daban pan”, contó. Podían bañarse “cada 15, 20 o 40 días” y “teníamos las manos muy sucias, aprovechábamos cuando íbamos a comer para sacarnos los pedazos de mugre”. “Nos llevaban al baño cuando querían, no cuando pedíamos, y a algunos les daban sales de Epson y no los llevaban”. Describió también que camino al baño había “manoseos y abusos” y que “nos hacían hacer trencito y se reían”.

Si lxs descubrían hablando entre ellxs lxs golepaban, “sobre todo a los hombres, muy brutalmente”. Aunque ella y su compañero estaban en el mismo lugar “evitaban que estemos en la misma habitación, aunque en un momento nos pusieron en la misma y cuando hablamos nos pescaron y nos golpearon mucho”.

También se refirió a una casilla rodante, donde llevaron a Graciela Romero cuando estaba próxima a parir.

Pratnoy detalló que había dos equipos de guardias que rotaban cada dos meses y por día eran cuatro adentro de donde permanecían lxs detenidxs. El primero de los equipos estaba integrado por el “viejo” que era “bajo y delgado”, el “gato-vaca”, el “vaca”, el “gordo polo” que decía ser de Neuquén y era “corpulento” de unos 28 años, el “indio” y el “perro”. El segundo turno, que entró en febrero, estaba integrado por “Chamamé”, que era correntino y que sacó una carta de Graciela Izurieta (asesinada en un simulacro de enfrentamiento) para su familia, el “Zorzal”, que “me dijo llamarse Heriberto Labayen y que su madre vivía cerca de San Martín de los Andes”, el “peine”, el “bruja”, el “abuelo”, el “loro” y el “pato”. Relató que había también dos interrogadores (el “tío” –genocida Santiago Cruciani- y el “pelado”) y dos jefes de turno (el “turco” y el “chiche”). “Eran todos muy sádicos”, aseguró.

Graciela Romero y Raúl Metz, desaparecidxs. Sus familiares todavía buscan a su hijo, nacido-percibido varón el 17 de abril de 1977.

En ese lugar nació el bebé del matrimonio de Graciela Romero y Raúl Metz”, aseguró la testiga en relación al hijo de la pareja detenida en Cutral Co parido en cautiverio por la mujer. “Pude hablar muy poco con ella porque estaba muy atemorizada y había sido torturada severamente”, afirmó. “El 17 de abril de 1977 nació su bebé”, relató: “en ese momento me habían permitido ir a la cocina a lavar platos y me hicieron lavar una ensaladera en la que iban a lavar al bebé”. El guardia que identificaba como Labayén le dijo que había ayudado en el parto porque sabía de parto de animales y no podían contactar al médico. También le dijo que lo iban a dar en adopción a uno de los guardias, “que se lo iban a llevar y que ya le habían comprado ropita de bebé”.

Una vez me la crucé camino al baño y me dijo que había nacido un varón”, relató Pratnoy: “todavía estamos buscando a ese bebé”. Sobre esto, la mujer exigió: “espero que rompan ese pacto de silencio para decirnos dónde están esos chicos, dónde están los bebés nacidos en cautiverio”. El 23 de abril Romero fue sacada de la escuelita y desde entonces peramente desaparecida.

Alicia Pratnoy lamentó tener que seguir atestiguando ante la justicia lo mismo, contó lo mal que le hace a su familia, que su hermano se suicidó a partir de un empeoramiento de su salud por esta permanente exposición y que sus xadres también padecieron cuadros graves de salud por el estrés que siempre les provocó.

Habló del deseo de justicia por todos sus compañerxs asesinadxs y desaparecidxs y dijo que recién después de la sentencia del juicio de Bahía Blanca en diciembre de 2013 eligió tomarse un año para descansar del tema porque “sentí que se había hecho justicia” y porque “ya había muchas personas que habían empezado a animarse a testificar”. Pero ahora “veo casos en que quieren mandar a los genocidas a sus casas, cuando tienen acceso a recursos para atacar a los sobrevivientes”. Por otro lado, destacó  “el deseo de que encuentren a los niños nacidos en cautiverio”.

En este link puede leerse el testimonio completo que brindó Alicia Pratnoy en abril de 1981

“Les habían dicho que los iban a liberar y ellos decían que los iban a boletear”

Rudy Saiz estuvo en cautiverio en la Escuelita de Bahía Blanca desde el 7 de julio de 1976 hasta el 1 de agosto de ese mismo año. Lo detuvieron en la localidad de Tres Arroyos, en la provincia de Buenos Aires, donde era trabajador y delegado de la Dirección General de Ingresos y simpatizaba con el Partido Socialista de los Trabajadores. Al llegar al centro clandestino, como la habitación estaba “completa”, lo dejaron en una habitación contigua desde donde podía escuchar hablar a mujeres “parecían docentes por los temas de los que conversaban”, hasta que trasladaron a una de ellas “que ahora me doy cuenta que no la llevaron a otro lado, que le estará rezando a san pedro” y se desocupó una de las camas. La cama de arriba estaba ocupada por Carlos Schedan Corvalán, a quien no conocía, pero otro secuestrado llamaba permanentemente por su apellido: “daba la impresión de que había sufrido algún tipo de tortura importante, porque respiraba muy mal y hablaba despacio”, señaló.

El testigo fue sometido a torturas el primer día que lo encerraron en la escuelita. Dio algunos detalles de la construcción que pudo percibir y aseguró que mientras estuvo ahí a algunas personas les aplicaban la técnica del “submarino” en el baño. También contó que se escuchaban disparos, “no se sabía si estaban masacrando gente”. Consultado específicamente sobre haber sido testigo de abusos sexuales, Saiz dijo que podía relacionar “algunas cuestiones que parecían llantos o quejidos” a que “alguno haya intentado propasarse con alguna compañera”.

Carlos Schedan, desaparecido

Se refirió a nombres con los que se llamaban los represores: Chamamé, el Zorzal, el Tío, el Abuelo, el Laucha. Recuerda al último porque hablaba de lo “macanudo” que había sido el genocida Adolf Hitler y al primero porque contó que había “combatido a las guerrillas” en Tucumán y se había alegrado cuando lo trasladaron al centro clandestino de detención, tortura y exterminio porque fantaseaba con vengar el temor que había sentido allí. Dijo que el Zorzal se lo pasaba silbando y que de ahí provenía su sobrenombre. “Por el olor y por el tono de voz, los guardias no eran los mismos que los que torturaban”, afirmó.

“En un momento, a Corvalán y al otro con el que hablaba los esposan en el piso y les dicen que los van a trasladar”, relató: “les habían dicho que los iban a liberar y ellos decían que los iban a boletear”.

“El 1 de agosto de 1976 a mí me sacan para Mar del Plata, y como ya me habían dicho que me iban a llevar y a ellos todavía no, me piden que mande una carta a la familia, yo acepté y me comprometí, pero me liberaron recién en septiembre”, contó Saiz, que tras recuperar su libertad cumplió con el pedido y escribió a la familia de Schedan Corvalán modificando el remitente para protegerse, ya que acaban de abrirle un sumario por faltas injustificadas por su secuestro.

Rudy Saiz cerró su declaración cuestionando los tiempos de la justicia y tener que estar relatando nuevamente la misma historia después de 45 años.

La escuelita de Bahía Blanca

El último testimonio fue el del arquitecto Gonzalo Conte, quien exhibió el informe realizado en el marco del programa “Topografía de la Memoria” de la organización Memoria Abierta. Relató que en el poco tiempo que se les dio en el año 2011 para trabajar (apenas tres meses) no pudieron hacer la excavación como deberían haberla realizado y que quedan muchas cuestiones por investigar, entre ellas “pozos rellenos con hormigón donde podrían hasta haber cuerpos”, y desde entonces proponen una segunda excavación. Sin embargo, entre los testimonios de las personas que estuvieron en cautiverio allí y el relevamiento de los restos de lo que fue la casa en la que funcionaba el centro clandestino de detención, tortura y exterminio de Bahía Blanca conocido como “escuelita”,  pudieron reconstruir la disposición del lugar, por el que pasaron todas las víctimas de este tramo del juicio contra genocidas de Neuquén.

Aquí se puede ver el informe completo

 

Con estos testimonios se dio por terminada la etapa de testimonios aportados por la querella, aunque podría aportarse algún otro testimonio y esto se definirá en la próxima audiencia del de agosto.  

 

Leé todas las crónicas del juicio “Escuelita VII” acá

#NiOlvidoNiPerdónNiReconciliación
#FueGenocidio

¡30.400 compañerxs detenidxs desaparecidxs, PRESENTES!

 


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