Declaró el hijo de Miguel Ángel Pincheira: “quiero reivindicar la militancia y los valores de mi papá”

Escrito por el 23/06/2021

Este miércoles declaró en el juicio contra genocidas que se está llevando adelante en Neuquén el hijo del desaparecido Miguel Ángel Pincheira. Fue la primera vez que la justicia lo citó, hoy doblando la edad que tenía su padre cuando, en palabras de él mismo, se lo “arrancaron”. También declaró Mario Fuentes, el hombre al que a punta de pistolas y amenazas llevaron al domicilio del desaparecido Carlos Cháves, para ir a secuestrarlo en Cutral Co.

 

Miguel Ángel Pincheira

Miguel Ángel Pincheira era trabajador y subdelegado en YPF y militaba en el PRT-ERP. Vivía en Cutral Co, estaba casado con Juana Aranda, con quien tenía un hijo de un año, y daba clases de básquet a niñxs. La noche del 14 de junio, a pocos días de cumplir los 23 años, fue secuestrado e ingresado en el circuito represivo del que, pese a haber papeles firmados a su nombre con una letra que no le pertenecía que indican su supuesta liberación en Bahía Blanca, nunca salió y permanece desaparecido.

Hoy declaró su hijo, Juan Manuel Pincheira, “Manolito” como lo llamaba el militante desaparecido en el breve contacto que tuvieron y en las cartas que intercambió con su madre el primer tiempo de su cautiverio. Comenzó retomando el recuerdo de lo que su madre Juana, que decidió no pasar por la situación de volver a dar el testimonio ya brindado en numerosas oportunidades, le contó.

Era 14 de junio, él, que ahora tiene 46 años, tenía un año y tres meses. Estaba en una habitación del fondo con su padre, que construía una cucha para el perro. Cuando derribaron la puerta a las 21:30, el primer encuentro fue con Juana: “primero golpearon y mi mamá pensó que era alguno de mis tíos, pero vio la sombra de algo que parecía un arma larga y entraron violentamente”.

Llegaron con su hermano Omar, que declarará en la próxima audiencia, a quien llevaron a punta de pistola después de sacarlo de casa de su padre.

Mientras revolvían todo, la mujer entró en una crisis nerviosa y empezó a arrojar cosas a la calle. “Llegaron a donde estaba mi papá y lo apresaron”, relató Juan Manuel Pincheira: “me cuentan que yo lloraba todo el tiempo por lo que estaba ocurriendo” y “después mi mamá me entrega a mi tío para que me llevara con mi abuela”.

Yo tenía un año y meses, era muy chiquito para tener noción de las atrocidades que estaban pasando”, aseguró el hijo del militante desaparecido.

Una vez arrancado de su hogar, Miguel Ángel Pincheira fue llevado a la Comisaría 14 de Cutral Co, donde fue interrogado. De ahí fue llevado a la U9 de Neuquén, a la U5 de Fiske Menuko y a la U6 de Rawson, donde su compañera lo vio por última vez antes de ser trasladado a Bahía Blanca, lugar en que supuestamente firmó la libertad el 5 de noviembre de 1976, pero permanece desaparecido. Según Jun Manuel, pudieron reconstruir en base a otros testimonios que el hombre también fue sometido a torturas en el centro clandestino de detención, tortura y exterminio La Escuelita de Neuquén.

Foto @irufotografía

Juana Aranda pudo verlo en tres oportunidades: dos en la U9 de Neuquén y una en la U6 de Rawson. En su declaración de 2012 durante el tramo “Escuelita II” del juicio contra genocidas, especificó que el 15 de junio fue a la seccional policial y le dijeron que su compañero había sido trasladado al Comando del Ejército, por lo que se pudo contactar con el genocida  y jefe de personal del comando Luis Alberto Farías Barrera, quien le confirmó que Pincheira estaba siendo sometido a interrogatorios. A partir de ese momento, le permitieron visitarlo en la U9 dos veces, en las que le contó que había sido torturado. Luego, a través del mismo genocida, se enteró de su traslado a la U5 de Fiske Menuko y finalmente a la U6 de Rawson a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.

El 10 de octubre de 1976, Juana Aranda visitó a Pincheira en Rawson, donde lo encontró demacrado, con marcas de torturas visibles, y, según contó su hijo este miércoles, detallándole que “en su cuerpo tenía las mismas heridas y más graves”, además de que “le hacían firmar papeles con los ojos vendados y que lo habían trasladado por diferentes lugares”.

En su última reunión con Farías Barrera, el genocida mostró a Aranda un documento supuestamente firmado por su compañero, en el que decía que el 5 de noviembre había sido puesto en libertad, pero la mujer automáticamente se dio cuenta de que la firma no era la de Pincheira y la respuesta del represor fue que la diferencia debía ser por la ansiedad de recuperar la libertad y que tal vez se había ido con otra mujer. Hoy su hijo agregó que también se reunió con el genocida Oscar Lorenzo Reinhold y aseguró que “mi mamá siguió a mi papá por donde sea y nunca reconoció su firma”.

Foto @irufotografía

Juana Aranda, que declaró ya anteriormente en este juicio, también presentó varios habeas corpus a la justicia y en 1979 presentó el caso de Pincheira ante la Comisión Internacional de Derechos Humanos. Si bien fue citada también para declarar en este tramo, su hijo informó que “ella hizo un gran a porte con todo lo que dijo en su momento; es muy doloroso volver a declarar lo que ya dijo en un montón de oportunidades, es remover el dolor”.

Hace unos 15 años estuve con un compañero de mi papá que me pudo contar sobre él”, relató Juan Manuel Pincheira: “este compañero me contó lo que pensaba mi papá, lo que sucedía en esa situación, que creía que iba a tener la posibilidad de migrar y hacer una nueva vida con nosotros, tenía también un proyecto hortícola”. También le habló de su militancia en el PRT.

Al principio no creía que esta historia que sigo reconstruyendo me había sido para mí”, contó el hijo de Pincheira: “pasé mucho tiempo creyendo que no había pasado, que lo que me decían mis familiares de que estaba trabajando o de viaje era cierto y, al mismo tiempo, sentí que si preguntaba qué había sucedido, le hacía mal a mis seres queridos que me estaban cuidando, a mis abuelos, a mi mamá”, entonces “hasta mi adolescencia no sentí lo que era ser hijo de desaparecido”.

Al mismo tiempo, a muy corta edad Juan Manuel empezó a tomar responsabilidades en su casa, “sentía que tenía otra edad, otra responsabilidad, que no tenía quién me acompañe en algunas situaciones” y que “a la noche mi mamá llegaba y lloraba y yo sentía la necesidad de ser fuerte”.

Costó muchísimo armarse y armar a esa persona que no está, con tan corta vida truncada”, dijo al tribunal: “uno piensa que es fácil, pero pasa el día a día y uno hace muchas cosas para tratar de tapar esa herida, pero siempre te atraviesa”.

Juan Manuel Pincheira y Juana Aranda – Foto @irufotografía

El hombre hoy tiene dos hijxs, de 11 y 6 años, que no tienen abuelo. “Trato de tenerlo siempre presente en estos pequeños recuerdos y en cosas que me cuentan de cómo era él; lo único que me queda claro es que él era una persona principalmente muy buena y que se llevaron a alguien muy valioso y desarmaron a una familia, sin ningún derecho”, señaló: “lo tengo presente en sus escritos, en lo que él representaba, en la esperanza, en la dignidad y en los valores que defendía”.

Tal como vienen narrando otrxs hijxs de desaparecidxs, Pincheira contó la importancia que tuvo y tiene el encuentro con quienes vivieron y viven lo mismo que él: “tenemos el mismo dolor”, aseguró.

“Después de tanto tiempo y tanto de lo que ha pasado, quiero reivindicar la vida de mi papá, su militancia y sus valores”, dijo a los jueces y pidió una ley que castigue a quienes difunden la teoría de los dos demonios.

Exhibiendo fotos de su padre y muy conmocionado, expresó: “declaro como hijo de desaparecido, cuento el daño causado que se prolongó en diferentes etapas de nuestra vida, declaro también por aquellos que no tienen la posibilidad de contar su historia” y aseguró: “no es mucho, pero es la imagen que tengo, me encantaría poder recordar su voz, tenerla presente, estas son las fotos de la familia que desmembraron, cada tanto las miro para tenerlas presentes”.

“Manolito” cerró su declaración leyendo una carta que Miguel Ángel Pincheira escribió a su madre el 6 de agosto de 1976 desde la cárcel de Rawson y que hoy conserva como testimonio vivo de lo que el genocidio le arrebató:

 

 

En declaraciones a la prensa, Juan Manuel Pincheira volvió a resaltar que “fue muy difícil para mí entender lo que había pasado, yo no podía comprender que eso me había pasado a mí y que era hijo de desaparecido” y que en relación con lxs otrxs hijxs de desaparecidxs de la región “esta dura realidad nos hermana más que nunca, este acompañamiento de tener a dos hijos que a lo largo de la vida los fui conociendo, me siento con un acompañamiento imprescindible; son historias muy similares de dolor, pero que de alguna forma cada uno la pudo llevar como pudo, y en este momento nos encontramos todos hermanados”. Pincheira declaró acompañado en la sala por Lorena Cháves, hija del desaparecido Carlos Cháves, Pablo Hodola, hijo de lxs desaparecidxs Sirena Acuña y Oscar Hodola, y Cristina Seminario, hija del desaparecido Javier Seminario Ramos.

Juan Manuel Pincheira, Cristina Seminario, Lorena Cháves y Padro Hodola – Foto @irufotografía

Resaltó también que declarar “es importante para poder terminar de armar una historia que fue truncada, y a su vez para mis hijos, para contarles lo que fue su abuelo, la importancia de la persona que era, de valorar su vida, su pensamiento, sus valores, es traerlo de nuevo y tenerlo presente siempre”.

 

El último testigo por el secuestro de Carlos Cháves

Este miércoles declaró también Mario Fuentes, mencionado en los testimonios sobre el secuestro de Carlos Cháves. Dijo que no conocía mucho al desaparecido, que tenía relación con su compañera por haber trabajado juntxs un tiempo antes del secuestro. Contó que en 1976 estuvo ausente de Cutral Co durante dos meses, lapso en el que le prestó un galpón del fondo de su casa a Cháves, quien se lo había pedido para guardar herramientas de trabajo.

El testigo relató que un par de días después de su regreso, antes de haber podido reunirse con Carlos Cháves para recuperar la llave del galpón, un operativo represivo irrumpió en mitad de la noche en su casa, rompiendo un ventanal y metiéndose al dormitorio a amenazarlo apuntándolo con armas en la cabeza: “llegaron como a las tres de la mañana unos uniformados, preguntando por cosas que estaban guardadas, revisando, preguntando quién había quedado en la casa”, recordó. También le preguntaron si era “Cacho”, nombre que utilizaba Cháves en el ámbito militante.

Por la fuerza, los represores abrieron el galpón y comenzaron a revisarlo y a escarbar el suelo de tierra. Fuentes fue testigo de que bajaron a una persona, que “por la voz parecía una chica, la llevaban tapada con una frazada y le destapaban un poco los ojos; por el tono de voz estaba asustada y tenía alrededor de 30 años por la forma de moverse”, detalló. A ella también le preguntaron si Fuentes era “Cacho” y respondió que no, “que no conocía al dueño de casa, que nunca me había visto y que solamente tenían la llave y que lo único que hacía ahí era guardar papeles”. Los represores encontraron y secuestraron esos “paquetes de papeles”.

Foto @irufotografía

Con la excusa de buscar la llave del galpón que ya habían abierto, a punta de pistola los represores obligaron a Fuentes a conducirlos a donde estaba Cháves, por lo que primero fueron a la casa donde vivían, donde tal como se ventiló en las audiencias anteriores fue atendido por su padre, y luego a la de sus suegrxs, de donde se lo llevaron para introducirlo al circuito represivo del que nunca salió. Recordó que “llegamos en el vehículo de la policía, pero me hicieron llegar solo y me observaban, cuando la señora me hace entrar para entregarme la llave entró la policía atrás” y que cuando se llevaban a Cháves “le dijeron a la señora que se despida de él porque no iba a ver más”.

A Fuentes le dijeron que se vuelva caminando a su casa y le dijeron: “te felicito por no haberte metido en estas cosas” y “nunca te metas en estas cosas”.

Durante su relato, Mario Fuentes remarcó que eran varios vehículos y que los que pudo identificar no eran policías de Cutral Co, además de porque notaba que no conocían la ciudad.  También contó que al día siguiente fue a la Comisaría 14, donde “me dijeron que no sabían nada”.

El hombre no volvió a hablar con la familia de Cháves hasta hoy, que se encontró con Lorena, su hija. Dijo que fue porque se quedó muy asustado, que “esas cosas me dejaron muy mal y traté de olvidarlas”. Explicó que “muchas veces tuve ganas de hablar con ella (con Gladis Durán), pero no sabía cómo llegar, con todo lo que pasó; yo sufrí mucho en ese momento, para mí fue un gran dolor”.

 

El miércoles 30 declararán Omar, el hermano de Miguel Ángel Pincheira, y Alicia del Carmen, su cuñada, y comenzará a investigarse el último caso de este tramo del juicio contra genocidas: el de Pedro Daniel Maidana, con la declaración de su hermano Juan Carlos.

 

Leé todas las crónicas del juicio “Escuelita VII” acá

 

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