PENSAR “EN ELEFANTE”

Escrito por el 18/04/2021

Esta lucha tiene la forma de un reclamo situado, la forma de la auto-organización que subvierte las lógicas sindicales, la forma de discutirle a la política salvacionista y la forma de lo que se concibe como cuidados. Tiene la forma de los modos feministas, por eso les cuesta tanto encorsetarlo (o enjaularlo). Se trata de un corrimiento del rol que nos fue asignado, un reclamo a resolver las contradicciones de la retórica estatal: esenciales pero mal remunerades, necesaries pero prescindibles, héroes pero dóciles. Enunciar asuntos que tienen que ser trastocados, necesidades comunes a ser abordadas, amplificar capacidades de organización, es hacer política feminista situada. Por eso la ofensiva gubernamental es tan dura: desgaste, desabastecimiento y migajas.

PENSAR “EN ELEFANTE”, esto es, tener una idea tan grande como su cuerpo

Por Magdalena Camejo* para El Zumbido

Así comienza el cuento “Un elefante ocupa mucho espacio” escrito en 1976 por Elsa Bornemann y prohibido durante la última dictadura cívico-militar-eclesiástica y judicial. Aquí se relata la historia de animales de un circo que se sublevan ante los domadores y consiguen libertad luego de llamarse a huelga general.  Y es que, bien sabemos que reconocernos, nombrarnos y rebelarnos ante el poder, ha sido históricamente el motor de transformaciones sociales y esta lucha del sector de salud no escapa a ello.

Cuando el dirigente sindical de ATE dijo “Es como bailar con un elefante, no sabes si agarrarlo de la cola o de la trompa porque no tiene forma, lo que se está discutiendo”, no tenía idea lo mucho que nos liberó el elefante del cuento y lo mucho que nos enseñó sobre los dueños del circo y su enriquecimiento en base a la explotación de los cuerpos de otres. Y es que para ellos, los patriarcas locales, no hay forma válida si no está en los términos conocidos, en las jaulas de sus circos. Toca a nosotres disputar sentidos, capturar todos los aspectos de los acontecimientos sociales y romper la mediación patriarcal que fragmenta las dimensiones de las luchas.

En las marchas, festivales y acampes empezaron a mostrarse les trabajadores de la salud que escapan al estereotipo y que usualmente no registramos. Se cargan pancartas que dicen el sector del hospital presente y orinales-pelelas para satirizar lo que el gobierno piensa de elles. Aparecer de esta manera ante el mundo público es un mensaje claro a la población: atendemos y cuidamos lo íntimo y somos nosotres, tenemos rostro, cuerpos y saberes específicos. Cada sector con su cartel enseña a la población lo complejo de las partes que componen el sistema de salud, les permite reconocerse siendo parte de una red de correspondencias en los cuidados y demuestra que las tareas de cuidados históricamente relegadas a la esfera privada existen, hay que pagarlas bien y son parte de la salud. Reconocer pertenencias, nombrar los cuidados en tanto trabajo y rebelarse al status quo que intenta disciplinar la participación, es la forma que estes elefantes están construyendo, mal que le pese a los dueños del circo gubernamental.

Los trabajos de cuidados poseen una racionalidad diferente a otros tipos de trabajos, pues se caracterizan por ser personalizados (la atención se ofrece de manera directa), intransferibles (la persona que hace el cuidado es inseparable de la atención prestada), por otorgar identidad (la relación de cuidado demarca una concepción de sí misme y de le otre) y por estar mediados por afectos. Por eso la concepción de salud que está siendo reconfigurada a la luz de esta lucha demuestra que: la gestión del alimento, abrigo, higiene, afectos, cuidado a la salud mental, a las condiciones socioeconómicas y vinculares construyen dignidad, definen salud pública. Y como esa premisa impregna el andar diario, así también coherentemente, se están organizando para garantizar cobijo, alimento, comodidad y afecto en medio de las rutas. Por grupos de whatsapp circulan las listas de quién lleva qué cosa, siempre imaginando qué pueden necesitar quienes están sosteniendo los cortes. Se entraman personas concretas, en tareas determinadas, desde corporalidades fortalecidas.

¿Cómo se atreven a decir que lo que se está discutiendo “no tiene forma”? La tiene, se nombra, existe y aparece: son las tareas de cuidado que se suponen gratuitas, menos relevantes, ocultadas, y por tanto, feminizadas. Esta lucha tiene la forma de un reclamo situado, la forma de la auto-organización que subvierte las lógicas sindicales, la forma de discutirle a la política salvacionista y la forma de lo que se concibe como cuidados. Tiene la forma de los modos feministas, por eso les cuesta tanto encorsetarlo (o enjaularlo). Se trata de un corrimiento del rol que nos fue asignado, un reclamo a resolver las contradicciones de la retórica estatal: esenciales pero mal remunerades, necesaries pero prescindibles, héroes pero dóciles. Enunciar asuntos que tienen que ser trastocados, necesidades comunes a ser abordadas, amplificar capacidades de organización, es hacer política feminista situada. Por eso la ofensiva gubernamental es tan dura: desgaste, desabastecimiento y migajas.

Este proceso está poniendo en el centro la capacidad de cultivar cercanías, gestionar distancias y producir decisión, al decir de Raquel Gutierrez Aguilar. Se cultivan cercanías cuando se ponen en común conjuntos de problemas que estamos enfrentando: colonialidad, capitalismo y patriarcado se manifiestan en expropiación, explotación y dominación. Lo que se está disputando en la arena micropolítica entonces, es el registro de este entramado de violencias macro que impacta directamente sobre les sujetes que están garantizando la salud pública. Se gestionan las distancias cuando se reconoce que no es obligación pensar igual, que existen diferencias pero que es necesario actuar en sincronía. Y se producen decisiones al armar a diario las estrategias de esta huelga con base en todo lo anterior, es decir, al darle forma a las luchas.

Se están generando tramas comunitarias, que son situadas y responden a esta coyuntura. Las construyen les trabajadores de salud, les que organizan bocinazos, les que compran rifas, les que ofrecen sus casas para que les piqueteres duerman, les artistas y artesanes que aportan en festivales, les que comunican lo que va sucediendo, les docentes que acompañan, les usuaries del sistema de salud. Parte del pueblo entendió que se está jugando la sostenibilidad de la vida, le encontró la forma que no quieren ver los dueños del circo.

Les elefantes se balancean en manada sobre esas telas-tramas-tejidos en pedagógica resistencia.

Va entonces, mi agradecimiento por esta expresión de irreverencia en clave feminista que nos permite tramar (en tanto conspirar) formas-otras de hacer política.

*Antropóloga y docente

Imagen: @ximaginaria

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