Ariel Scher: “estamos virando del paradigma periodismo al paradigma comunicación”

Escrito por el 17/11/2014

El periodista y escritor Ariel Scher visitó uno de los estudios desde donde se realiza Enredando Las Mañanas, el programa de la Red Nacional de Medios Alternativos. Vino a charlar acerca de su nuevo libro, Contar el juego, donde escribió acerca de Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, Eduardo Sacheri, Martín Caparrós, Rodolfo Braceli, el Negro Fontanarrosa, Osvaldo Soriano, Juan Sasturain y Haroldo Conti, y sus vínculos con el deporte, en la vida o en la escritura, que para ellos fue la misma cosa.
Además, charlamos acerca de los nuevos paradigmas en el periodismo, sobre medios grandes y chicos, medios malos y buenos.

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Enredando las mañanas: Ahora parece fácil vincular el deporte con la literatura porque hubo un recorrido, hay cientos de libros de cuentos de fútbol, pero en la época en la que vos empezaste a trazar algunos de estos intentos, no era tan común; estaba Fontanarrosa o había textos de grandes plumas que estaban incluidas en novelas.

Ariel Scher: Había autores que incluían el deporte, no solo el fútbol, en su literatura, pero había en ciertos campos ligados más a la literatura que al deporte, a veces, y más al deporte que a la literatura otras veces, una especie de prejuicio sobre la existencia de ese campo. Era como tener en el barrio una pareja que se había casado, que tenía hijos, suegros, cuñados que le gustaban y que no le gustaban, y nadie reconocía la existencia de ese matrimonio.
La historia de los cruces de literatura y deporte en la Argentina empieza desde cualquier lugar. Bartolomé Mitre, que era presidente de la nación y escribía, escribió una oda al pato, y era un señor que estaba ocupando con otras discusiones. Sarmiento, en sus discursos como presidente o embajador, hace alusión al deporte, no todavía al fútbol, naturalmente.
En la década del ’20, un extraordinario poeta llamado Bernardo Canal Feijoó hacía en Santiago del Estero poemas y hasta viñetas de fútbol. Después la historia lo cuenta como un gran abogado y como miembro solemne de la Academia Argentina de Letras, pero el tipo era un futbolero irredento.
Y en 1971 Roberto Jorge Santoro, un compañero del centenar de periodistas desaparecidos en la Argentina, poeta extraordinario, hizo Literatura de la pelota, que es algo así como el certificado de que el matrimonio andaba ligado al fútbol. Más allá de que Santoro escribió de turf, de billar y mucho de boxeo, aunque no fuera un tipo del ringside; era un hincha de Racing que iba a ver fútbol. En Literatura de la pelota —libro que estuvo tan desaparecido como su autor— termina de patentar ese vínculo. Después pasó eso: Santoro desapareció y el libro desapareció largamente con él.
Jorge Valdano tenía una curiosidad monumental por estos temas y en particular por ese libro. Cada vez que venía a la Argentina, uno le iba a hacer una nota sobre la selección antes o después del Mundial, y él decía: “Está todo bien, muchachos, pero ¿un ejemplar de Literatura de la pelota no habrá en algún lado, porque yo lo tengo fotocopiado y me da pudor?”. Y un día, con otro compañero, encontramos ese ejemplar, nos lo dio Paula, la hija de Santoro, y se lo regalamos. Creo que Valdano gritó más que con el gol a Alemania en la final del ’86.

 

ELM: No solo la literatura: Discépolo, con El hincha, en la década del 50, se involucró.

AS: Los guiones de cine son una pata fuerte de ese desarrollo. Si uno recorre la historia como guionistas de Discépolo o de Bernardo Verbitsky —invocando a autores muy futboleros y con referencias al boxeo en su obra—, o, si vamos a la construcción de Borocotó como guionista de Pelota de trapo y la sociedad literaria de él con otros tipos de su época, claro que aparece una presencia fuerte.
Está pendiente, yo creo, un trabajo. Así como este intento que hago con Contar el juego tiene que ver con contar la literatura y el deporte desde un libro contando la biografía de escritores argentinos ligadas al deporte, una historia de cine y deporte en la Argentina estamos invitando para que alguien la escriba.

 

ELM: ¿De qué se trata Contar el juego?

AS: Es una búsqueda más, un intento más que hago en torno de mostrar que la literatura es una gran llave para arrimarse a cualquier cosa, también al deporte, y que el deporte es un anzuelo bárbaro para involucrarse con contar historias.
¿Cómo hicimos esta vez? Yo tenía colecciones de papeles que siguen ocupando buena parte de mi casa, libros subrayados y colecciones de Goles, que son pura poesía. Mi hijo menor, Ezequiel, me dijo que haga un libro con todo esto no con el afán de liberar la casa, sino porque compartimos estas búsquedas. Y lo que elegí esta vez fue contar la relación de literatura y deporte armando un equipo —de nueve en este caso— de escritores heterogéneos a veces, homogéneos a veces, con preferencias ideológicas literarias, con tiempos históricos no siempre iguales, y contar cómo jugaron el juego, los juegos que sean, cómo lo vieron, cómo fueron —o son— espectadores y cómo aparece esto en su obra literaria. Y escribí en torno de Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, Eduardo Sacheri, Martín Caparrós, Rodolfo Braceli, el Negro Fontanarrosa, Osvaldo Soriano, Juan Sasturain. Y de Harolo Conti, que era y sigue siendo un escritor extraordinario, cuya relación con el deporte —porque no era futbolero— aparece insospechada, y, sin embargo, fue súper intensa desde su pasión por el agua.

 

ELM: Ahora que ya está hecho el recorrido de esas columnas que publicabas en Clarín que tenían más que ver con el título Contar el juego, debe ser difícil buscarle una vuelta para seguir vinculando la literatura con el fútbol. Antes era escribir sobre fútbol, ahora esta vuelta de rosca es interesante y a la vez un entrar de nuevo en el juego para subir la apuesta.

AS: Hay dos o tres cosas, entre los montones de cosas, que nos vuelven maravillosos vivir. Una de esas cosas es lo que disparó la charla que estamos teniendo: la demolición de los prejuicios. Mi abuela tenía prejuicios sobre el fútbol. Era una persona maravillosa, pero nunca vio un partido en su vida, y yo lamento que se lo haya perdido. Quien tiene prejuicios sobre el deporte o sobre la literatura se pierde cosas. Entonces, es interesante demoler el prejuicio de que son campos disociados, que tenés en Alberdi el cuerpo y en Directorio la mente (dos avenidas cercanas al estudio donde se realizó la entrevista) —cosa que el señor Freud nos fue explicando que no es así—, esta idea de que el deporte es lo corporal y que lo otro es un mundo intelectual y que tienen que permanecer en zonas disociadas, que el deporte es necesariamente una máquina, un cazabobos gigantesco que forma estúpidos porque corrés detrás de una pelota o le pegás a una pelotita chiquitita con una raqueta.
La segunda cosa que me tienta mucho —quizás sea un poco pretenciosa, lo discuto conmigo algunas veces—: nadie está negado para casi nada y mucho menos para ser feliz leyendo o escribiendo. El deporte para mí fue una magnífica puerta de entrada a leer muchas cosas. Entré a Bioy Casares —escritor monumental, extraordinario— por una referencia que hizo al tenis. Bioy viene de un mundo social distinto que el mío y tiene un talento absolutamente sideral que yo ni pretendo tener, pero hay algo que funciona. A partir de ahí me entusiasmé con él. Y tengo el sueño de que a muchos chicos les pase o les esté pasando eso.
El otro día me decía Rodolfo Braceli que le habían escrito chicos que habían leído Contar el juego como descubriendo a Braceli como escritor. A un solo individuo que le pase eso, ya me justifica horas y horas de haber subrayado.

 

ELM: En la puerta de la pizzería El Cedrón, en Mataderos (también a apenas cuadra y media del estudio de radio), hay un recuerdo para Justo Suárez, el Torito de Mataderos.

AS: Es un personaje central de la historia social argentina, el primer gran ídolo popular tal vez que genera el deporte. Es el personaje del cuento deportivo más famoso de Cortázar. Cortázar jugó poquito al fútbol, dijo que jugaba al tenis de mesa cuando era más chico o al ajedrez, pero que lo distraía de la literatura. Cuando se radicó en París en la casa universitaria, dice: “En tres horas de mi vida fui Torito”. El gran protagonista es el lenguaje, porque súbitamente es Torito y escribe como Torito en sus últimos días, vencido por la tuberculosis y por un mundo injusto.
Ese Torito de Mataderos de El Cedrón es un protagonista central, además de los rings y de la vida de Mataderos, de Buenos Aires, de Argentina, de la vida que han animado las palabras en torno al deporte, en este caso a través del gran Julio Cortázar. Él ha escrito muchas veces de boxeo y que algunas cosas que cuenta las vio, porque venía al ringside del Luna Park montones de veces y cuando vuelve en el ’73 a la Argentina, en una de sus excursiones que no se quería perder, fue a ver una pelea al Luna y la escribió para  El Gráfico.

 

ELM: Las masas nos piden que hablemos de Atlanta. No vamos a hablar de Atlanta…

AS: Solo prometo darte las referencias, desde Julián Centeya hasta Juan Sasturain sobre Atlanta en la literatura argentina. Y Bioy También.

 

ELM: Laburaste un montón de años en Clarín editando las páginas de Deportes. Hoy estaría mal visto que hubieras hecho ese laburo, muchas cosas han cambiado; mucha gente que antes se moría por trabajar en Clarín hoy dice que es lo peor del mundo. A la vez, uno de tus hijos está comenzando a recorrer un camino periodístico y va por el lado de los medios alternativos.

AS: Hay múltiples cambios de paradigma, más allá de cualquier discusión política de época, no por soslayarla, sino que más allá de las discusiones coyunturales en una sociedad, en un país. La otra cosa que ocurre es que la industria de la comunicación viró de ser una industria determinante e influyente en la vida social a ser la mayor máquina de hacer y deshacer la cabeza de la historia humana —no lo digo peyorativamente, esto es así— y una de las dos o tres industrias centrales en la circulación de capitales del mundo, si no la central, porque hay algunas industrias que nosotros vemos separadas que, en realidad, devienen de lo que es todo el gran aparato de la industria de la comunicación.
En un momento de la historia, ser periodista era trabajar en los medios grandes, quizás, como vos decías no llamables grandes medios, porque confluía tener trabajar y empleo en esas cosas, tanto en la industria periodística como en otras cosas. Aun asumiendo que hay montones de experiencias que hoy llamaríamos alternativas, alterativas o transformadoras; Roberto Santoro no esperó a que le editaran Literatura de la pelota, armó un sello y lo editó él. Pero eso no quiere decir que no publicara cosas en El Gráfico o que no trabajara en otros lugares. Y cuando no le gustaba la condición, era pintor de brocha gorda o preceptor como cuando lo secuestraron. Como no todos somos Santoro, hemos hecho otras cosas.
Nunca es vergonzante tener un empleo en la medida que uno no escriba contra su conciencia ni haga que los compañeros escriban contra su conciencia, eso es siempre todo un trabajo. Y la conciencia de los compañeros no tiene por qué ser idéntica a la de uno todo el tiempo, lo que es un ejercicio difícil en la vida. Yo no hubiera dicho exactamente esta frase cuando tenía doce años. En algunas cosas no digo que cambiemos, pero quizás maduramos.
En ese terreno, la experiencia para mí de trabajar en las páginas de Deportes de Clarín fue enriquecedora, y muchos de mis amigos de la vida laboral que pasaron a ser mis amigos de la vida sin añadirle o quitarle lo laboral, los forjé ahí o en otros espacios tradicionales; también los forjé en espacios que no son nada tradicionales.
La experiencia social, política, cultural, de virar del paradigma periodismo al paradigma comunicación es una experiencia que estamos viviendo y uno tiene mucha suerte de estar vivo en este tiempo de la historia en donde esta mutación se está produciendo. Lo que no sabemos de ninguna experiencia humana es el final; a veces nos damos cuenta de que está transcurriendo. Aprender a hacer medios y a darle sentido a los medios y a redefinir qué quiere decir medios es un laburo intelectual y fáctico monumental. Imaginate que a mí me costaba jugar de 5 teniendo un buen 8 y un buen 10, esta tarea es mucho más complicada. Pero todos estamos aprendiendo. Con lo cual no estoy diciendo que ningún compañero que trabaja porque elige tener empleo en un espacio tradicional, o porque lo necesita, porque elige sobrevivir de esas maneras, esté haciendo algo que me parezca en ningún modo pecaminoso. Cada uno construye con las posibilidades que tiene de construir. Quizás yo me he vuelto más elástico, más amplio, más inteligente o distinto o igual en ese terreno.

 

ELM: Otro gran periodista antisistema que estaba en oposición a lo que estaba instituido dentro del deporte era Dante Panzeri escribiendo en El Gráfico.

AS: Y lo dirigió muy bien. Y tuvo una controversia que lo hizo migrar de allí. Yo no sé si me hubiera ido por lo mismo que se fue Panzeri, soy menos valiente que él y soy peor en muchos terrenos. No sé si a veces conviene pelear desde adentro o desde afuera en ciertas cosas y habría que juzgar las circunstancias. Lo que es seguro es que Panzeri generó mutaciones formidables en nuestra manera de entender el deporte, hizo un gran aporte a la sociedad argentina desde los lugares donde él pudo hacerlo. Hoy habría que ver en qué lugares se pararía.

 

ELM: Era difícil en ese momento también oponerse.
AS: Sí, claro. Burguesía y gangsterismo en el deporte y Fútbol, dinámica de lo impensado son libros absolutamente transgresores para la época.

 

ELM: Hace veinticinco años eran libros bastante difíciles de conseguir.

AS: Burguesía y gangsterismo en el deporte se reeditó hace muy poquito, llegaron a la Argentina mil ejemplares.

 

ELM: Este último libro lo publicaste con Capital intelectual, imagino que se pueden conseguir en las librerías.

AS: Está circulando. En mundo editorial nos va enseñando nuevas cosas sobre cómo publicar y cómo conseguir libros. Esta es una circulación más o menos tradicional. Contar el juego está escrito por otra gente — porque son escritores los que le dieron sentido— y también por mí. Ojalá que los lectores, que siempre son mejores que lo que hacemos nosotros, lo transformen y se transformen un poco a partir de leerlo.

 

ELM: Y si no, busquen Fútbol en el Bar de los Sábados, Wing izquierdo, el enamorado, La patria deportista. ¿Cuántos libros publicaste?

AS: No sé. Me es más fácil contar los goles que hice en el último lustro porque me alcanza una mano. Libros hice algunos más porque ahí vale hacer las cosas con la mano.

 

Ariel Scher se ha esforzado para buscar en el juego que desde hace tiempo no es solo un juego, una selección de pasiones encontradas y no siempre ubicables. Lo mejor de todo, es que sabe exactamente cómo contarlo.


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