Un fugaz recorrido por la situación de la Universidad y sus trabajadores al inicio del 2009

Escrito por el 17/03/2009

La Universidad Pública Argentina acompaña el derrumbe del país. La situación de la educación superior actual no es sólo el resultado de la mediocridad o la corruptela del firmamento de fun-cionarios gubernamentales, universitarios y sindicales que en distintos niveles del sistema son responsables de la política universitaria. Es, más bien, un producto de la planificación propues-ta por organismos internacionales como el Banco Mundial, que los gobiernos "democráticos" han materializado con éxito.

Se podría mencionar la resistencia de algunos sectores (trabaja-dores y estudiantes que desarrollaron muchas luchas, de diversa intensidad, a lo largo de los años) pero en ese caso también sería preciso no obviar a un numeroso conjunto de universita-rios que oficiaron de cómplices activos o silentes. La Ley de Educación Superior instaurada du-rante el gobierno del presidente Menem sigue vigente junto con sus subproductos plenos de perversidad, como por ejemplo la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CoNEAU). Con estos instrumentos y una distribución de fondos arbitrariamente discrecional la educación superior viene siendo domesticada, anulando su capacidad de acompañar o generar y potenciar transformaciones sociales progresistas. La universidad actualmente se mantiene como una fábrica de profesionales indispensables para el funcionamiento del mercado capita-lista, y en menor medida como un espacio de investigación, pero que está lejos de dedicarse a pensar los problemas regionales, configurándose como un satélite pobre de la ciencia primer-mundista.

La porción del presupuesto nacional que se destina a las Universidades es insuficiente: más allá de la ingeniería publicitaria que el gobierno despliega para mostrar el incremento en tér-minos absolutos del presupuesto universitario, lo cierto es que estas partidas no alcanzan para pagar salarios dignos ni para el mantenimiento de la infraestructura, ni tampoco para mejoras significativas del sistema educativo. Existen, sin embargo, programas de financiamiento que, en paralelo con el presupuesto genuino, se utilizan para disciplinar a las instituciones y a los trabajadores. Por ejemplo: los programas de mejoramiento que financian a las carreras que "acreditan calidad" o el sistema de incentivos a la investigación, un plus salarial distribuido con criterio neoliberal. 

De acuerdo a datos oficiales de la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de
Educación de la Nación, en 2007 había 124.080 cargos docentes (sumando todas las universi-dades públicas). Estos cargos se pueden clasificar de acuerdo a su dedicación horaria:

• quienes trabajan 40 horas semanales (exclusivos o full-time) son 16.659 (13,4%)
• quienes trabajan 20 horas semanales (semiexclusivos) son 26.489 (21,3%)
• quienes trabajan 10 horas semanales (simples) son 80.932 (65.2%)

No aparecen en el esquema los docentes que trabajan ad-honorem. Este último grupo, fuera de la estadística, constituye un amplio universo de casos, desde los que viven de otra cosa –como aquellos que ejercen una profesión liberal– y se contentan con el prestigio que adquieren por ser docentes universitarios hasta los jóvenes y no tan jóvenes que, con la expectativa de acce-der algún día a un cargo rentado, trabajan gratis durante años. Otra cuestión a tener en cuenta es que muchos trabajadores están subempleados en cargos simples o semi-exclusivos porque las altas casas de estudio no disponen de suficiente presupuesto para incorporarlos con mayor dedicación, aún cuando la realidad exige más docentes en muchas cátedras (e investigadores y extensionistas para diversidad de proyectos).

Dentro de cada dedicación hay diferencias jerárquicas que se traducen en el salario. Ordenan-do el escalafón de menor a mayor, un docente puede ser: auxiliar de segunda / auxiliar de pri-mera / jefe de trabajos prácticos / profesor adjunto / profesor asociado / profesor titular. Cuan-do el gobierno defiende su política salarial, no miente al afirmar que un profesor titular con dedicación exclusiva llega a ganar entre $3676 (si recién se inicia) y $6700 (si alcanza los 24 años de antigüedad). Sin embargo omite aclarar que sólo el 3% (tres porciento) de los docen-tes universitarios pertenecen a esa franja.

Para tener una noción más cercana de la situación general de los docentes universitarios se pueden mirar otros números. Hay 22.969 auxiliares de 1ra con dedicación simple (el 18.5%) que de acuerdo a su antigüedad ganan entre $574 y $1053. Hay 9455 jefes de trabajos prácti-cos con dedicación semi-exclusiva (el 7,6%): ganan entre $1321 y $2422 de acuerdo a la can-tidad de años en el ejercicio de la docencia. La gran mayoría de los docentes universitarios cobran salarios que están muy por debajo de lo necesario para cubrir sus necesidades: comida, alquiler, impuestos, ropa, ocio, higiene, salud, transporte, etc. Ni hablar si además pretenden comprar libros técnicos o mantener actualizada la computadora. Obviamente con estos salarios ni siquiera pueden acceder a un crédito hipotecario. A valores de marzo de 2009, una familia de 4 integrantes necesita contar con mucho más de $4000 para poder vivir evadiendo priva-ciones, aunque sin considerar gastos suntuarios, como adquirir un auto en múltiples cuotas o  comprar algún disco compacto original y viajar algún fin de semana largo.

Aumentos del 15%, como los que aparentemente ofrecería el gobierno en las prime-ras reuniones de negociación salarial de este año, sólo sirven para atenuar la pérdi-da de poder adquisitivo ocasionada por la inflación real, la que el INDEC miope no alcanza a visualizar. Sin embargo, este potencial ofrecimiento no representa ningún avance significativo. El actual escenario de crisis mundial no es el justificativo para el atraso salarial: en épocas en que las arcas del estado nacional se nutrían de recaudaciones récord, se prefería atender obligaciones financieras usurarias y fraudulentas o destinar tales dineros a subsidiar las empresas de los grandes grupos económicos. Incluso con la crisis actual, una verdadera voluntad de redistribución de la riqueza (que vale la pena recordar: es generada única y exclu-sivamente por los trabajadores) permitiría financiar con holgura los salarios y la infraestructura para el desarrollo nacional. No parece que sea la voluntad dominante. En cambio, es el argu-mento con el que intentarán “racionalizar personal”, flexibilizar y precarizar a ultranza los puestos de trabajo.

Este año se verá si las organizaciones sindicales oficialistas logran escudar al gobierno ponién-dole techo a los reclamos de los trabajadores o si éstos encuentran modos de acción que les permita expresar firmemente sus más genuinas reivindicaciones. En algunos sectores, como en el conflicto por los subterráneos, los obreros han logrado batallar contra las direcciones pro-patronales. Los gremios de base de los docentes universitarios se organizan en tres federacio-nes distintas, lo que desfavorece su capacidad de presión y negociación: CONADU (CTA) y FEDUN (CGT) poseen una dirección decididamente oficialista, aunque en su interior cuenten con grupos combativos que intentan romper la hegemonía kirchnerista. CONADU Histórica (también en CTA) aparece más independiente del Ministerio de Educación.

Son muchos los factores que afectan estos procesos de lucha en el ámbito de la universidad. La subjetividad de los trabajadores es heterogénea: así como la adhesión a los paros suele ser alta, muchos docentes no participan activamente de otras instancias de lucha colectiva (no asisten a asambleas, movilizaciones ni a clases públicas) ni tampoco le ponen el cuerpo a la construcción de la política gremial. Algunos prefieren esforzarse en sus emprendimientos en el ámbito privado (ingenieros, médicos, abogados, arquitectos que ejercen su profesión fuera de las cátedras) o sino a motorizar aquellos proyectos dentro de la universidad por los cuales pueden cobrar algún plus salarial (incentivos por investigación, venta de servicios a terceros, etc). Sin embargo, el acrecentamiento de la crisis que estamos viviendo tal vez sea determi-nante para que este grupo de trabajadores se incorpore de modo más comprometido, organi-zándose de algún modo para resistir. Por esta coyuntura los gremios no burocratizados tal vez puedan sumar a más docentes en sus luchas.

Otro de los importantes temas pendientes es el de los pasivos. Los viejos profesores, al mo-mento de jubilarse, ven recortados sus ingresos, y pasan a cobrar sólo el 50% de los haberes de su último cargo en actividad. Tratan de permanecer en actividad para evitar este desenlace, lo que impacta también en la vida de los equipos de cátedra. El reclamo por el 82% sigue vi-gente. Además, la movilidad se mantiene bloqueada por la Ley de Solidaridad Previsional de Cavallo, sin que los progresistas gobiernos que sucedieron al de Menem hayan hecho algo por derogarla (las jubilaciones se actualizan por decreto, un par de veces al año).

Nada se ha dicho hasta aquí de los alumnos y sus necesidades, del movimiento estudiantil, de las condiciones cada vez más precarias en que se enseña y se aprende. Tampoco sobre la de-cadencia pedagógica que se acentúa y que no es sólo el resultado de la escasez de presupues-to. No se ha hecho referencia a los proyectos de universidad posibles para una nación alguna vez independiente, ni a la distancia que separa a la institución actual de esas utopías. El esce-nario en el inicio del 2009 es muy complejo. No constituye ninguna novedad, en relación con años anteriores, la predicción de un alto nivel de conflictividad, aunque esté por verse la pro-fundidad que alcancen estas luchas y sus resultados.


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