Crónica del “aguante” en Guernica
Written by ANRed on 01/11/2020
Son las 4 de la mañana, a lo lejos se ven destellos azules. Es la luz mala. Una caravana de policías aterriza sobre la avenida Néstor Kirchner. Son miles. Es noche de luna. Los “usurpadores” se reúnen alrededor de pequeñas fogatas diseminadas por la oscuridad de las cien hectáreas. En patas, aprovechan el fuego para secarse las medias. Hay ansiedad. Nadie se esperaba a la yuta después de tanto papeleo y promesas de funcionarios. Por Federico Hauscarriaga para ANRed | Imágenes: Germán Romeo Pena.
“Parece que viene el desalojo”, dicen. Un video por whasap confirma la interminable fila de patrulleros que hay apostados. Una de las chicas se lleva a los últimos niñxs a un lugar seguro, lejos del barrio La Unión en donde se presentará la primer batalla al grueso de policías que vienen a sacudir el “aguante de la toma”.
Los más jóvenes son la “primera línea”. Hay pibxs que ya son padres o madres, hay otros apenas mocosos. A cien días de lucha, la amistad y la oscuridad hacen indistinguibles a los que son de “orgas” de los que no. Alguien grita “¡Cumpas!… aguantemos pero no nos regalemos van a ser muchos y nos replegamos todos juntos”. Unas pibas traen escudos hechos con tanques de chapa o plástico azul. Otra carga en su cabeza una bolsa de papas que ahora trasporta piedras. Se reparten algunas antiparras y recuerdo que hace unas semanas entreviste a Jenifer, quien perdió un ojo y todavía tiene alojado un perdigón en su cabeza luego de un desalojo en Ciudad Evita. Los nervios pueden más que el frio.
A lo lejos, alguien golpea una chapa y se oyen aullidos de aliento. Una silueta se acerca al fuego y advierte que en la otra punta del barrio hay drones merodeando. Todavía es de noche pero comienza a clarear. “Tenemos que llamar a todas las familias. ¡Que a nadie lo agarre durmiendo!”. Un megáfono grita “Cumpas, todos a la manzana B1”. Hay apenas unas cuarenta personas alrededor de esta posta. Pero comienzan a llegar grupos de a diez o quince. En minutos serán cientos. Vienen embarrados con palos y escudos. Algunos llevan bolsas y baldes con piedras. Cada barrio tiene su punto de resistencia. Todavía se desconoce por dónde ingresarán. Pero todos irán en auxilio a dónde desembarque la gorra. Entre los últimos preparativos, llega un grupo con pecheras blancas y cruces rojas. Como en las revueltas en Chile, han formado un equipo de asistencia sanitaria para eventuales heridos. La brigada está formada por vecinas con alguna experiencia y trabajadorxs de la salud que se acercaron a dar una mano. Hay un médico, enfermerxs y asistentes que también portan pulverizadores con agua y bicarbonato para menguar el efecto de los gases.
Ya casi amanece y se ven linternas que chispean desde la Néstor Kirchner. Arden las primeras gomas en donde serán los puntos de repliegue y el aguante. Un grupo se adelanta para resguardar la entrada por el único puente que permite cruzar un gran zanjón que limita la toma.
Se escuchan los gritos y por fin empieza la invasión: “¡Vamos…vamos, vamos! ¡Aguante la toma!”. Los grupos que estaban relegados corren para nutrir a la “primera línea” que recibe a la infantería con una lluvia de piedras. El sonido hueco de las piedras chocando contra el caparazón plástico formado por escudos de la infantería recrea una escena romana. Forman unos cien metros de pared deshumanizada que lanza disparos y granadas. Atrás, esperan apretados otros mil quinientos uniformados impacientes por entrar al espectáculo. Al final de todo, se ve el inconfundible amarillo huevo de las topadoras.
Los cientos de jóvenes forman un abanico y obligan a detener el primer avance de la yuta. Se miran entre ellos y alientan “vamos, que no pasan” o suplican que arrimen más piedras. Cada tanto alguno se acerca demasiado como para que se escuche el insulto. Unos pocos se cubren en las casillas ya abandonadas y desde ahí usan sus gomeras. Por detrás, llegan más pibes de los otros barrios: las distancias son grandes de una punta a la otra, con el suelo embarrado se tarda como veinte minutos. Por la cantidad aplastante de policías parece imposible pensar en demorar el avance aunque sea por algunos segundos pero lxs pibes se lanzan una y otra vez al frente y ya pasaron 15 minutos cuando la cana abre una brecha y despliega otras dos líneas en los flacos que amenazan con rodear en un ataque de pinzas. Por la altura y el vozarrón militar se distingue a Berni dando órdenes.
“Vamos para atrás y aguantamos ahí”, alerta una piba con balde en mano para abastecer de cascotes. Mas allá, a las apuradas, alguien desarma su casilla y huye con lo que puede. Los azules empiezan a avanzar rápido, tiran cercos y derriban ranchos. “Tierra para vivir, hijo de puta”. Hay desesperación y bronca. Estoy a un costado cuando llegan corriendo dos policías. Gritó “¡prensa!” para evadir lo que parecía un hecho. Me contesta: “Qué prensa… negro de mierda”. Me ladeo y pongo el antebrazo para detener el golpe que va directo a la cabeza. Me pega dos veces con un palo que parece haber arrancado del cerco. A Kevin, de Colombia informa, le dieron en la mano. Después me entero que le quebraron un dedo.
Algunos se plantan, pero ya no hay nada que hacer. Un bloque de la bonaerense con armaduras se adelanta por el centro. Y unos 100 gendarmes avanzan gritando y corriendo por la derecha. Estamos por quedar atrapados. Pero un flaco de joggins azules sale de la multitud y avanza hacia los bonaerenses con una garrafa sobre la cabeza. Se detiene a unos metros, abre la llave y le da fuego. La acción temeraria detiene a la policía y a todos por un rato. La llama arde. El barrio La Unión se perdió, hay que retroceder.
Llega la noticia que policías también avanzan por otra punta de la toma. En el horizonte solo se ven fuerzas represivas marchando hacia nosotros. Atrás, siempre atrás, el éxodo de algunas familias que juntan colchones, ropa y chapas para escapar de la tierra arrasada que va arrancando y quemando las precarias casitas. Son las 7hs y ya invadieron los cuatro barrios. Ante la marcha policial se opone resistencia continua pero sin detenerla. Luego, en las calles de Numancia seguirán los choques.
En julio del 2020 la pobreza fue tal que cientos de miles de familias se lanzaron a una nueva oleada de ocupaciones de tierra. Y la respuesta del Gobierno fue reprimir. “Cuatro intentos de toma por semana” y que así hizo campaña el ministro de Seguridad Sergio Berni.
Que aquellos desalojos apenas se vieron en TV porque nadie quiere ver lo que sucede en un baldío en el conurbano. Pero sucedió. Que familias durmieron en la calle, que hubo jóvenes heridos para siempre, que hasta hubo niños baleados y pobreza que se resolvió con más pobreza.
Guernica fue la ocupación icónica de esta “oleada” porque evitó el desalojo exprés. Resistieron cien días. Que nada de eso hubiese sucedido sin el aporte de las organizaciones sociales de izquierda, asambleas, coordinadoras, asesoría legal, contenciones, solidaridades… El pecado fue poner en evidencia la desidia estatal de 40 años sin resolver el problema habitacional de más de tres millones de personas.