Pensar las fuerzas de seguridad en tiempos de cuarentena
Escrito por Otro Viento el 27/04/2020
Desde hace ya varios días nos encontramos en cuarenta obligatoria, dispositivo de cuidado y prevención que dispuso la presidencia de la Nación. Muchos son los países en el mundo que han tomado la misma medida, en menor y mayor medida. Se ha comprobado que hasta el momento aislarnos y no tener contacto evita el contagio frente a un virus que se ha llevado la vida de miles de personas a nivel mundial, y para el cual todavía no se ha encontrado cura.
El “aislamiento obligatorio” fue acompañado por una medida que trajo muchos debates al interior de las organizaciones políticas, sociales y de DDHH: las fuerzas de seguridad son las encargadas de patrullar y controlar que la cuarentena se cumpla. A través de las redes se mostraron personas que volvían de sus viajes del exterior y no querían cumplir la medida, gente que se escapa de hospitales o hasta un violento golpeando al guardia de seguridad de su edificio.
Pero lo cierto es que desde el momento que supimos que las fuerzas de seguridad (policía bonaerense, la policía federal, gendarmería, prefectura) nos preguntamos quién va a controlar estas fuerzas que históricamente han sido abusivas violando todo tipo de derechos, principalmente a los sectores más vulnerados de nuestra sociedad.
Durante estos días de aislamiento decenas de videos comenzaron a mostrar lo que suponíamos: personal de la policía ejerciendo abusos de poder en barrios empobrecidos en diferentes ciudades del país. Uno de los casos más emblemáticos fue el de unos gendarmes que obligaron a hacer ejercicios físicos a dos hombres, en la villa 1-11-14 del barrio porteño de Flores. La escena fue registrada por un vecino. Luego de que se diera a conocer este hecho, los tres gendarmes pasaron a disponibilidad, una vez que las autoridades del Ministerio de Seguridad de la Nación recibieran el video.
No solo nos preguntamos por el poder que se le otorga a la policía, sino cómo esto repercute en la misma sociedad, corriendo el peligro de generar un “otrx enemigx” que hay que denunciar y vigilar. La paranoia que genera el virus y las noticias del virus (cabe aquí preguntarse también el rol de los medios hegemónicos de comunicación) pueden generar un estado mayor de agresividad. Se crea, se moldea, un sentido común donde el otrx es mi enemigx. Está claro que no todxs reaccionan desde el control de sus vecinxs o la aceptación de estos abusos de las fuerzas, ya que muchas escenas fueron grabadas por lxs mismxs vecinxs.
Desde una ventana se registra: “Ahora mientras mi compañera pasa los datos van a bailar un poquito, ¿está bien? ¿Listo? Dense vuelta todos mirándome a mí. En cuclillas con la mano en la nuca. Vamos. Dale”. Otra escena es un allanamiento en pleno barrio de Ituzaingo porque el día anterior vecinxs incumplieron la medida y tiraron piedras a la policía. Me pregunto ¿hubieran entrado así a la casa de alguien en Palermo que no respetó la cuarentena? Y con esto no se quiere arengar a la represión generalizada, sino a pensar el vínculo histórico entre las personas de los barrios del conurbano bonaerense y las personas que viven en Puerto Madero. La relación es desigual cuando una persona es pobre y/o migrante, cuando una persona vive en un determinado barrio y usa determinada vestimenta.
¿Quién otorga este poder a un gendarme, a las policías? ¿Dónde está el Estado? ¿Qué piensa el vecinx que observa desde su casa esta situación? ¿Qué ideas se reproducen desde los medios de comunicación cuando se enteran de estos abusos?
No necesitamos al Estado para crear redes solidarias, para preocuparnos por aquellas personas que están solas y necesitan de alguien para que les alcance alimentos o le pregunte cómo está. El aislamiento no debe romper los vínculos solidarios. La pandemia deja al descubierto los problemas estructurales de pobreza, de barrios sin agua potable, de trabajos informales, de hacinamiento, de violencia y de individualismo.
Necesitamos que el Estado nos cuide, que invierta en políticas a favor de los sectores más necesitados y por sobre todas las cosas vigile a quién nos vigila. El Estado no puede liberar el camino para que las fuerza de seguridad actúen libremente porque sabemos de sus abusos, no sólo siguen funcionando servicios de inteligencia sino que desde la vuelta de la democracia se registran miles de casos de gatillo fácil. La bonaerense mató a Luciano Arruga y Omar Cigaran y a miles de pibes pobres. La gendarmería desapareció a Santiago Maldonado, la gendarmería mato por la espalda a Rafael Nahuel. Necesitamos que el Estado promueva políticas de cuidado, porque si algo sabemos es que no nos cuida la policía.