Colombia: el resurgir del pueblo frente a las políticas neoliberales

Escrito por el 18/05/2021

Durante el Cadenazo de Medios Libres en Vigilia por Colombia, Magaly Pino, vocera del Equipo Nacional de Derechos Humanos del Congreso de los Pueblos, conversó con Claudia Korol. Magaly está en Cali uno de los centros de mayor resistencia y movilización popular.

 

Claudia Korol: ¿Cuáles son los puntos centrales para analizar la situación que vive hoy Colombia?

Magaly Pino: Tenemos que iniciar esta conversa diciendo, que (son las) marchas masivas en contra de la reforma tributaria con la cual el Estado pretendía solventar el déficit, y que la mayor parte de los recursos iban a provenir de la base gravable del impuesto a la renta básica familiar. Esto se retira. Inicialmente, algunos componentes de estas medidas antipopulares y regresivas y luego la reforma en su conjunto debido a la respuesta de la gente. Pero la movilización tomó mucha más fuerza con la feroz represión policial y militar. Por el cambio sustantivo en el carácter de las protestas, por una posición en contra de la reforma tributaria, a una convergencia de múltiples demandas ciudadanas relacionadas con la profunda desigualdad y pobreza que en medio de la pandemia se agudizó en Colombia.

Se trata de una conflictividad que viene acumulada de años atrás, expresada desde el paro cívico que inició el 21 de noviembre de 2019.

Factores importantes a tener en cuenta: el agotamiento de este modelo imperante que no ofrece horizontes de futuro a la inmensa mayoría de la población en Colombia, especialmente, a la juventud, y la represión y la criminalización del derecho a la protesta social. Las protestas del 21 de noviembre de 2019, de septiembre de 2020 y las del 28 de abril pasado han sido duramente reprimidas por la fuerza policial, encabezadas por el Grupo Antidisturbios, el ESMAD.

La multiplicidad de los hechos violatorios a los Derechos Humanos dificulta tener una cuantificación exacta de lo que ocurre en tiempo real.

Pensamos que este resurgir frente a estas políticas neoliberales nos dan una lectura del momento en que está el modelo. Frente a estas acciones se presentan unas reacciones que no son justamente las que llaman al diálogo y a la concertación, sino que se hace a través del ejercicio represivo y en unos laboratorios genocidas que se practicaban en la ruralidad y ahora se trasladan a la ciudad: camionetas blindadas, camionetas de gente de bien, como les decimos acá, que están bien armadas con pistolas de corto y largo alcance que se preparan para la guerra y que salen de noche a secuestrar y asesinar personas.

Hemos tenido la violación de mujeres cuando son trasladadas a los centros de estaciones de policía.

CK: ¿Cómo se da la represión en un mundo y en otro, rural y ciudad?

MP: El desplazamiento se ha dado históricamente desde lo rural hacia las ciudades y estos desplazamientos tienen que ver con grupos armados, con la permisividad del ejército colombiano.

Esto se traslada a la ciudad cuando llegan camionetas blindadas con hombres fuertemente armados y arremeten contra la población civil. Uno es el efecto terror que causan con este operar, porque ya no es la confrontación con el ESMAD; cuando hay esa confrontación se camuflan personas de civil que accionan las armas y como no están identificadas, se desconoce quiénes son.

CK: Da la impresión que un sujeto central de esta rebelión son los y las jóvenes en la primera línea y muchos de esos participantes en la resistencia no forman parte de organizaciones históricas y populares de Colombia. ¿Cómo es esa relación entre lo organizado y esa participación de jóvenes que se sumaron en estos meses?

MP: Nosotros decimos que hay otro nivel de organización. A esas primeras líneas fueron esos jóvenes que no están organizados dentro del Comité Nacional de Paro que lo conforman, en su gran mayoría, las centrales obreras. Pero que de una manera inmediata ponen la ola comunitaria, organizan la misión médica, organizan la primera línea, la que contiene y una tercera línea que recoge las piedras y los palos, que está llevando el agua, la leche para mitigar los gases. Y una cuarta línea donde se presenta la arenga, el control de las fuerzas que se acercan y donde se recogen los heridos que se llevan a ese espacio humanitario. Y hemos recibido gratamente la articulación con las facultades de Medicina y hemos tenido médicos paramédicos.

Esos son los “vándalos” que este Estado quiere estigmatizar, que para este Estado son terroristas, porque pedir derechos es terrorismo para este Estado.

CK: Nombrabas a las mujeres en todas las líneas de resistencia y queríamos saber ¿qué rol están jugando las mujeres en esta rebeldía y como están siendo reprimidas en sus cuerpos y en sus vidas?

MP: Somos precisamente las mujeres las que nos hemos convertido en botín de guerra porque en esas líneas están los hijos e hijas, los y las sobrinas. Además cuando las detienen las amenazan con un lenguaje agresivo de “te vamos a violar”, “somos siete y te vamos a tocar”.

Pero la mujer ha demostrado que puede ser vocera, son las que atienden, las heridas. Hoy tenemos primeras líneas conformadas solamente por mujeres.

CK: Dentro de una situación tan compleja, uno de los debates que se debe estar dando es hasta donde las fuerzas que hoy están en lucha podrán avanzar en articulaciones que no queden cooptadas por el sistema hegemónico. ¿Cuál es el debate que se está dando frente a esta situación?

MP: Las organizaciones sociales y de derechos humanos pensamos que la confrontación no puede ser eterna porque la desigualdad en la confrontación es visible y nos preocupa que todos los muertos son jóvenes. Entonces hemos hecho un llamado a las organizaciones internacionales y en una sociedad tan católica como lo es la colombiana, los arzobispos, comprometidos con la defensa de la vida, han llamado al diálogo. No a un diálogo de cualquier forma, no con las condiciones que propone el Estado, sino con las propuestas que desde los territorios proponen estos jóvenes en sus asambleas. Se están haciendo estos ejercicios en todos los escenarios para escucharlos a ellos y que no vengan otros a decidir por ellos.

CK: ¿Qué ha sucedido con la implementación o no implementación de los Acuerdos de Paz? ¿Qué percepción hay de lo sucedido?

MP: Una de las resistencias también tiene que ver con eso. Porque los jóvenes dicen que si una fuerza guerrillera, de lucha histórica y revolucionaria y a través de unos acuerdos que fueron avalados por la comunidad internacional, esos acuerdos (fueron) incumplidos, qué esperanza tenemos frente a unos ejercicios que se han venido haciendo hace 17 días.

Nosotros hemos dicho que piedras y palos, frente a ramas y francotiradores, no estamos en igualdad de condiciones. Pero no estamos diciendo que vamos a negociar cualquier cosa. Si los jóvenes dicen que ellos no van a claudicar, que necesitan una certeza de que este Estado cumpla, es allí donde nosotros necesitamos que la comunidad internacional haga muchísima más presión frente al cumplimiento de los Acuerdos de La Habana.

CK: En esa búsqueda de una alternativa y en medio de esa confrontación apareció con mucha fuerza el papel de la guardia indígena llegando a Cali. ¿Cómo analizan ese traslado desde los territorios?

MP: Es precisamente esa presencia de la guardia indígena que inicialmente a nosotros nos producía como un bálsamo por ese ejercicio del diálogo, por ese llamado a la vida. Sin embargo, la guardia indígena fue atacada cuando se retiraba y otro grupo ingresaba llevando alimentos.

Estos hechos nos pueden dar una idea de lo que este modelo y la derecha de este país está expresando, es un llamado al no dialogo, a la confrontación.


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