“Este era mi papá y ustedes saben dónde está”

Escrito por el 17/03/2021

Este miércoles declaró Lucas López Asenjo en el séptimo juicio contra genocidas del Alto Valle de Río Negro y Neuquén. Tiene 44 años, su papá tenía 37 cuando lo secuestró el estado terrorista en dictadura, apenas meses antes de que él naciera, por eso nunca pudieron abrazarse. Recién a sus 26 años conoció su identidad y comenzó a reconstruir la historia del corresponsal del diario del PRT “El Mundo” y militante de ese partido, Jorge Asenjo. También declararon su madre, Nilda Valente, y quien era su amigo y empleador antes de que lo desaparecieran.

La madrugada del 12 de junio de 1976, un operativo conjunto del Ejército y la Policía de Río Negro irrumpió la casa que habitaban Nilda Valente y sus dos pequeñxs hijxs junto a Jorge Asenjo en Cinco Saltos. Ella, además, gestaba un embarazo de cuatro meses. Jorge Asenjo estudiaba química industrial, era militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores y escribía para el diario “El Mundo”, prensa de ese partido.

El primero en declarar en la audiencia de este miércoles fue Carlos Gargiulo. Era amigo de Asenjo y lo empleó en su chacra para liquidar sueldos, luego de que renunciara a Vialidad Nacional, de donde había llegado a la región a partir de un traslado. El testigo también era yerno del entonces gobernador Felipe Sapag, por lo que pudo saber previamente sobre la profundización de la represión que sobrevendría tras el golpe cívico militar, eclesiástico y económico, aunque las políticas represivas ya fueran moneda corriente de los gobiernos civiles y la Triple A ya había atacado en la región, siendo el mismísimo genocida Raúl Guglielminetti custodio del mencionado ejecutivo provincial.

Gargiulo relató que él y su familia se alejaron de la región cuando supo que se aproximaba el golpe y desde donde estaba se enteró del secuestro de Asenjo. Regresó unos veinte días después de ese episodio y fue al comando para pedir información, de donde lo “sacaron carpiendo”. Contó que el desaparecido había impulsado en su lugar de trabajo una mutual para lxs trabajadorxs y que siempre peleaba por sus derechos.

Luego declaró Nilda Valento, compañera de Jorge Asenjo y madre de su hijo, al que gestaba cuando se lo llevaron. Recordó que el hombre charlaba sobre política con personas, en particular con Mirta Tronelli y Cecilia Vecchi, ambas desaparecidas, tras cuyos secuestros empezó a “estar nervioso”.

El 12 de junio de 1976, mientras dormían “sentimos que rodeaban la casa: eran soldados; entraron, empezaron a revisar todo y nos dejaron en la cocina mientras mis hijos estaban en el dormitorio”, narró la mujer. Estuvieron alrededor de dos horas en el domicilio haciéndole preguntas a Asenjo: “los que interrogaban no eran soldados rasos, tenían un rango, los que revisaban y estaban afuera sí”.

“Se lo llevaron esposado, como estaba vestido”, relató, “la casa quedó dada vuelta”. Valento quedó con sus dos hijxs sola y sin saber qué hacer. Después de un par de horas fue a la comisaría de Cinco Saltos, donde le confirmaron que habían llevado a Asenjo en un primer momento, pero que ya estaba en otro lugar.

Luego comenzó a ir al Comando, a Neuquén, donde era atendida siempre por el genocida Farías Barrera, que, según explicó, atendía también a lxs familiares de Tronelli y Vecchi. “Nos decían que estaban averiguando, pero nunca daban una respuesta”, aseguró. Continuó yendo a pedir explicaciones de qué habían hecho con su compañero, hasta que nació Lucas. La mamá de Asenjo, Josefa Ríos, también vino a la región desde Luján para buscar a su hijo, pero no logró obtener ninguna pista más que que estaba en manos del poder ejecutivo nacional.

 

“Acá se juzgan también los momentos que me faltaron con mi viejo”

Lucas López Asenjo supo a sus 26 años que era hijo del militante del PRT desaparecido en Cinco Saltos el 13 de junio de 1976, cuando quiso donarle un riñón a su hermano mayor y fue rechazado. Su hermana tenía sospechas, porque no recordaba que fuera su padre biológico quien estaba con ellxs cuando su mamá estaba embarazada y sí recordaba a este otro hombre que aún no podía identificar. La confirmación llegó de la mano de su abuela y su madre terminó por blanquear la situación.

“Para mí fue un alivio, porque sentí que entendía muchas cosas de mi niñez, de cómo crecí, de cómo me trataban y empecé a cerrar un círculo, eso me hizo bien”, aseguró el hijo de Asenjo en su declaración. Fue su hermana quien lo impulsó y lo acompañó en la reconstrucción de su historia: “me acuerdo de un día que estaba intercambiando discos en una plaza y mi hermana me fue a buscar y me dijo ‘vamos a Lanús’ y me encontré golpeando la puerta de donde era la casa de mi viejo, donde estaba mi tío”, con quien se dio el primer acercamiento a esa parte de su familia.

A partir de ese momento empecé a averiguar y encontré una nota de Nora Rivera –ex detenida política- y descubrí que mi viejo había estado en La Escuelita”, narró. Para contactarla, le pidió a un primo suyo que trabajaba en una farmacia de Cipolletti que si alguna vez iba a comprar alguien con ese nombre “le dijera que el hijo de Jorge la estaba buscando”. Al tiempo, Nora Rivera lo contactó, se encontraron y lo invitó a un acto por la memoria en el que se plantaron árboles por lxs desaparecidxs de la región: “yo planté un árbol por mi viejo”. También pudo conocer a Néstor Pujol, amigo de su padre y vecino que acompañó a su madre en la búsqueda.

“Empecé a encontrarme con un montón de gente a la que no conocía, pero me hacía sentir que era hijo de todos”, señaló. En una ocasión fue a la presentación de un libro de Daniel De Santis sobre la historia del PRT y ahí constató que su padre había sido militante del partido y colaborador del diario El Mundo.

Supo que antes de ser secuestrado quemó todos sus libros  y prensas del partido, porque ya habían secuestrado a Tronelli y Vecchi y “se la veía venir”.

“Charlando con algunos de los que pasaron por el mismo lugar me fui enterando que lo habían visto en Bahía blanca, Nora me contó de los vuelos que creían que iban a Tucumán, pero lo que no sé es qué pasó después”, dijo increpando al tribunal: “qué pasó después es lo que vengo a preguntar yo acá” y luego mostró la foto a la cámara por la que los genocidas siguen las audiencias: “este era mi papá, si ustedes saben dónde está díganme”.

Lucas López Asenjo no solo es militante por la causa de su padre. Milita en el Sindicato de Aeronaúticxs donde se desempeña como prosecretario de derechos humanos. Desde ese lugar, pelea por la apertura de los legajos de detenidxs desaparecidxs que quedaron archivados como renuncias o abandonos de trabajo, cuando en realidad fueron secuestradxs por el aparato terrorista del estado durante la dictadura. “En los legajos también hay certificados de nacimiento y notas de puño y letra que las familias quieren recuperar”, explicó. Se refirió a la “continuidad histórica de la lucha”.

“Ser hijo de desaparecido me pone en un lugar de víctima sin hacerme mejor ni peor persona, me pone en un lugar de responsabilidad histórica, como último enlace entre las víctimas del terrorismo de estado y los que vienen después, para que los jóvenes se lleven el relato en primera persona; los hijos tenemos una responsabilidad que llevo con orgullo y mucha militancia”, aseguró y contó que antes de declarar le dijo a su hija de 14 años que viajaba a declarar por su abuelo, pero también por ella, y que esta le respondió que “no podía creer la falta de empatía de los genocidas con la humanidad”.

Si bien reivindicó la realización de los juicios de lesa humanidad, repudió la privacidad de los testimonios y remarcó que “llegamos tarde y corremos el riesgo de la impunidad biológica”, aunque con estos procesos “no solo se busca justicia, sino también saber la verdad, y para eso el tribunal tendría que haber permitido que los testimonios se transmitan, porque es necesario saber lo que pasó”.

Me hace ruido pensar que él tenía 37 años cuando se lo llevaron y yo tengo 44, que soy más grande de lo que él fue” y remarcó que “uno puede reconstruir algunas cosas, pero no conozco su voz”.

“Me faltaron los momentos de felicidad con mi viejo, entonces acá se juzga también lo que a mí me falta, y me falta la voz, me faltó haber compartido un asado, me faltó haber ido a la concha con él, porque no lo tuve”, finalizó y reforzó que pudo ver las primeras audiencias del juicio por Youtube, en la etapa no testimonial que el tribunal permitía que el equipo de comunicación transmitiera en vivo, y en ellas vio a los genocidas saludándose y charlando entre ellos: “yo no sé ni cómo camina esta gente, encima después me entero que están con prisión domiciliaria”.

Lucas López Asenjo cerró su testimonio leyendo un fragmento del libro “Ahí va Lucas Romero”, de Armando Tejada Gómez, por el cual su papá eligió el nombre que lleva:

“(…)

Lo llamaremos Lucas porque me suena a mucho
aunque me ha dicho el cura que no anda con su santo
¿y qué?,
¿si a mí me suena?,
¿y qué hay?,
¿qué tanto santo?,
¡lo llamaremos Lucas porque a mí se me canta!

(…)”

 

 

El próximo miércoles 24, por ser el día de la memoria, no habrá audiencia. Desde las 17 horas, el equipo de comunicación alternativa que realiza las coberturas de las jornadas del juicio realizará una radio abierta en el monumento a San Martín de Neuquén: habrá entrevistas en vivo y espectáculos artísticos para mantener encendida la llama de la historia.

 

#NiOlvidoNiPerdónNiReconciliación
#FueGenocidio

¡30.000 compañerxs detenidxs desaparecidxs PRESENTES!

 

 


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