Juicio por torturas a Luciano Arruga – Día 4 – Alegato de la Defensa
Escrito por Red Nacional De Medios Alternativos el 14/05/2015
Los alegatos estuvieron a cargo de los dos abogados defensores del policía Julio Diego Torales: Gastón Jordanes y Juan Grimberg. Ambos intentaron desacreditar a la querella y convertir a su defendido en víctima de las supuestas mentiras de quienes atestiguaron contra el policía, en especial su mamá, Mónica Alegra, su amigo Gabriel Apud y su hermana Vanesa Orieta. Sobre estos dos últimos la defensa pidió que se labre una denuncia por falso testimonio.
Gastón Jordanes comenzó su alegato justificando la detención prolongada de Luciano Arruga, con una acusación a la víctima. Advirtió, con frases repetidas como si mucho no tuviera para decir, que “Luciano Arruga al momento de ser demorado no llevaba documentos consigo. Aparece la madre y tampoco tiene nada que acredite identidad ni el vínculo de ella con Luciano. La hermana tampoco tiene ningún papel que acredite identidad ni vínculo. ¿El señor Diego Torales tiene responsabilidad de que Luciano Arruga se moviera sin DNI, de que la madre tampoco tenga la acreditación de identidad?”
Como si nada hubiese ocurrido en el tiempo que pasó entre la detención y la liberación de Luciano, Jordanes manifiestó que “La mamá de Luciano Arruga trajo la partida de nacimiento y no se le negó la salida de Luciano. Una vez que se acreditó la identidad y el vínculo, Luciano Arruga fue dado en libertad. No es un dato menor, es algo muy importante porque se hizo mucho hincapié en la cantidad de horas excesivas que estuvo dentro de la comisaría. Pero es imposible que se le dé un menor a una persona que venga diciendo soy la mamá ó soy la hermana.”
Respecto a la violencia ejercida sobre Luciano durante su detención, Jordanes relató: “Luciano Arruga entra a la comisaría, es requisado y no tiene nada. Permaneció en la comisaría un montón de tiempo. Según nos dijo Vanesa, Luciano Arruga estuvo dos horas esposado. Supuestamente fue violentado, fue golpeado.” Jordanes dijo que no existieron golpes ni ningún tipo de violencia. Argumentó esto al expresar que “las esposas que usa la policía bonaerense son de acero inoxidable. Ante cualquier movimiento, cualquier persona que le quiera pegar (a lo que es instintivo moverse), marcaría duramente sus muñecas por un tiempo prolongado. Luciano Arruga se hizo revisar a la salida de la comisaría con un médico que lo trató muy bien y que le dio consejos, incluso. ¿Ese doctor también estaba de acuerdo con Diego Torales? No, no se conocían. No había vínculo.”
La defensa continuó utilizando las palabras del anteriormente mencionado doctor González: “Ante la pregunta (hacia el médico) de si una persona que recibe una paliza de varias personas le quedarían marcas, dijo que no.” Se corrigió -lo corrigieron- diciendo “claro, claro, dijo que en ese caso le quedarían marcas.” Agregó que González explicó que tenía un golpe en la cara del que no podría precisar el tiempo que llevaba, si 10 minutos u horas. Insistió en que entonces “hay una gran mentira” y es de esa manera en que comenzó a atacar más fuerte a la querella.
Utilizó entonces la declaración de Gabriel Apud, amigo de Luciano, en la que dice que lo vio llegar al barrio con la mamá, que venía a la rastra, sin poder moverse, que estaba abrazado a ella y le dolía el tobillo. Que vio que tenía tres marcas en la espalda, como si le hubieran pegado con el palo de la policía. Y este relato lo usó para volver a hacer hincapié en la mentira de la que hace responsable a Vanesa y a Apud, manifestando -y tergiversando los dichos del amigo de Luciano- : “otra mentira más, terrible mentira. Porque lo vio llegar al barrio con la madre. Pero dos o tres horas más tarde fue con Vanesa a ser atendido. Una cosa importante, porque no lo dijo la defensa, lo dijo Vanesa. ¿Cómo la hermana no podía recordar si tenía tres golpes en la espalda? Sería increíble, falso.”
Jordanes hizo referencia a la ropa que llevaba puesta Luciano ese día y afirmó que “cuando lo retiraba la madre se le preguntó cómo estaba la ropa. Dijo la ropa no tiene nada. ¿Cómo la ropa no tenía nada si fue molido a palos por tres personas?”.
Intentó luego dejar en posición de víctima al teniente primero Diego Torales al hacer énfasis en que para él es imposible la actitud que tuvo Arruga cuando le dieron y obligaron a comerse un sánguche escupido, como si quien se lo diera fuera un vecino, la madre, la maestra ó un amigo y nunca la policía, esa misma policía que lo encerró allí. Llega a esta conclusión explicando que “Luciano Arruga es un chico que tenía calle, que trabajaba en la calle, que tenía mundo. No es un chico que ante el primer grito vaya a ser sometido. Su mejor amigo dijo es un chico con mucho carácter. Nadie lo podía obligar a hacer algo que no quería. ¿Cómo una persona que tiene mucho carácter se va a comer un sánguche escupido por el solo dicho de «comete un sánguche porque si no te voy a pegar»?
No conforme con las acusaciones en dirección a la querella, el abogado defensor apuntó nuevamente hacia la familia de la víctima. Afirma que si los golpes hubieran existido allí, cuando Luciano le gritaba “me están matando a palos Vane, me están matando a palos» su hermana debería haber escuchado esos golpes dadas las dimensiones del lugar. Agrega que otro juicio de valor: “Hemos visto a Vanesa y la madre, son mujeres fuertes y de carácter muy importante. Dijeron «Luciano está pasando un momento terrible». Y culmina su exposición de una manera al menos repugnante: “Si tu hermano está pasando un momento terrible en su vida, vos no te vas a ir a trabajar. La hermana no lo hubiera abandonado.”
No es Videla, Pinochet ni Milani: ¿entonces inocente?
El siguiente alegato fue el de Juan Grimberg, otro de los abogados del teniente Torales. En su desarrollo aparecen figuras como Pinochet, Milani y Videla. Comenzó insistiendo en lo mismo que su colega que lo precedió: la mentira. Planteó que no encuentra “congruencia entre el objeto – la tortura – y la acción desplegada, supuestamente – una golpiza – , con el resultado ni con el comportamiento de los actores” y que “nadie puede explicar que frente a una tortura en la que se le está pegando al chico, él está gritando y tanto la mamá como la hermana dicen que le están diciendo a Torales que le están pegando”.
Trajeron nuevamente a escena al doctor González, repitiendo los dichos del médico, quien había contado que el golpe era poco menos que un “chichón”. También apareció en su relato el Oficial Olmos, encargado de asegurar que Luciano “pudo ir al baño e inclusive sacar una remera que no le pertenecía” y que “antes de irse retira en forma indebida un teléfono que le correspondía al señor Torales”, hecho con el cual justifica que no existió el sometimiento del que se acusa a su defendido. Retomando el tema de la llamada telefónica afirmó que no existió dicha conversación entre Vanesa y Torales, porque “el señor Torales no tenía el servicio al otro día”, intentando generan confusión y que la declaración de Vanesa se transforme en incoherente.
En relación al apoyo legal del que la familia de Luciano carecía, la defensa volvió a catalogarla como una mentira ya que “Ella misma (Vanesa) admite que su pareja de aquel momento era abogado”.
Como si nadie recordara las palabras con las que terminó su discurso Jordanes, Grimberg se permitió hacer énfasis en ellas agregándole detalles que lo convierten en más terrible aún: “pese a todo, tanto la mamá como Vanesa Orieta optaron por irse una a trabajar y otra a resolver un tema administrativo cuando supuestamente lo estaban torturando.”
Analizó también el hecho de las torturas cuando afirmó que “obviamente si han sido secuencias permanentes durante 9 horas hay una equimosis como resultado final. La equimosis fue vista 5 horas después de que fue retirado de la comisaría, bien pudo haber sido producida entre que se fue de la comisaría hasta el momento en que se fue a revisar.”
En relación a las declaraciones del amigo de Luciano, Gabriel Apud, Grimberg señaló que hay contradicciones: “dijo que en principio lo llevaba a la rastra la madre, después que rengueaba, que nunca robó nada y finalmente termina diciendo que Luciano le dijo que era sospechoso. Apud no lo ve con dolores en el tobillo sino con marcas en el cuerpo, en la cara (a la hora). La duda pasa exclusivamente si fue antes de haber sido aprehendido, en la comisaría o después de haberse retirado.”
Grimberg fue un poco más allá aún en sus cuestionables declaraciones, al victimizar e intentar enaltecer al acusado dado que “es víctima procesal, hace 2 años que está preso porque dos personas dicen que lo molieron a palos. Mi cliente no es militar, no es Pinochet, no es Milani. El señor Torales es un trabajador.”
Grimberg: encubrimiento, absolución y falso testimonio
El abogado defensor cuestionó esta vez las decisiones tomadas en posición acusatoria: “No se interpreta bien (en el eventual caso de que alguien haya sido) quién pudo haber sido. La parte acusatoria ha intentado, absolutamente por todos los medios, proteger a los funcionarios policiales. Es increíble que nunca haya llamado a ningún funcionario y que haya dejado pasar tanto y ahora se preocupa no de la suerte de Luciano Arruga sino de la suerte de los funcionarios policiales que estuvieron en ese momento. Para nosotros era indispensable que pudieran declarar. La señora Chapero dice que su relación con el chico fue tranquila y amable. El único inconveniente fue la hermana que estuvo a los gritos. No notamos nada que haga pensar en una tortura psicológica. Nunca estuvo sometido, sino no hubiese llevado ni un celular y una remera. La madre explica que la ropa estaba intacta.”
“Al señor Torales sí lo han torturado. Ha pasado dos años en una penitenciaría con lo que implica eso, que no es una equimosis. Justamente es mucho más doloroso”, es la frase previa que utilizó Grimberg para anunciar el pedido de absolución de Torales.
No conforme con esa incalificable comparación pidió que se labre una denuncia por falso testimonio contra Apud y Orieta con los “argumentos” ya mencionados: “mintieron deliberadamente sobre la situación en la que se encontraba su hermano, tenía asesoramiento jurídico en ese momento (en 2008), cuatro meses después también y en 2011 se presentan como particulares damnificados y él como abogado querellante. La señora Vanesa Orieta explicó que habló al día siguiente con Torales. Torales no estaba de servicio. Lo cual hace que esto sea una mentira. En el ambiental respecto del robo simple del que aparentemente participa el menor, la señora Mónica explica que tiene dos habitaciones, un comedor, un baño y una cocina; todos los servicios elementales. Consideramos más que suficiente para considerar que incurre en falso testimonio. Apub dice que lo vio con todo tipo de lesiones en el cuerpo, que lo vio arrastrándose y no se corresponde eso con la realidad de los hechos, con el diagnóstico médico y con lo que explicó el doctor González.”
Luego del inesperado pedido; asombrado y dando casi una chance de retractarse, el fiscal José Luis Longobardi replicó al manifestar que “el doctor dijo que pretendíamos encubrir un hecho, al pretender que no declararan los testigos. No sé si quiso decir otra cosa o dijo eso.”
La respuesta vino inmediatamente cuando intentó explicar que “es una forma de encubrir básicamente porque no escuchar a los testigos que estuvieron en el hecho, basado en que no se incriminen en un hecho en el cual tenían la posibilidad de estar involucrados, lo considero no ajustarse a descubrir la verdad de los hechos que estamos investigando. Acá se habló permanentemente de una detención. No es menor la diferencia semántica. No estuvo detenido sino aprehendido bajo una orden de un juez de menores.”
Con algo más de indignación que en la anterior intervención, el fiscal Longobardi volvió a aclarar que “la veda del testimonio de los funcionarios policiales estaba, no en encubrir el hecho sino en proteger la investigación que podría dar causes después. Porque uno de las labores esenciales del Ministerio Público es velar por la legalidad del proceso. Y la legalidad es impedir una vulneración a lo que podría llegar a ser una eventual autoincriminación en un delito. Si la tesis de la fiscalía era que tres personas fueran las que lo torturaron al señor Luciano Arruga, todo aquel que se ubique en el lugar de la escena podría resultar autoinvolucrado en un hecho ilícito. No sólo que no pretendemos encubrir sino que pretendemos resguardar la investigación que sigue en curso. Suponiendo que salga una condena, hay un hecho en donde funcionarios dicen haber estado en ese momento y lugar, entonces no pueden salir ellos airosos. No es la verdad a cualquier precio, es la verdad formal.” Y continúa aún con más énfasis: “Tratar de juzgar a Luciano Arruga es una canallada. ¿Quién le pregunta si fue él el autor? Dije que de hacerlo sería cobarde. No me importa porqué estuvo alojado ahí, así Luciano hubiese robado no hay derecho a torturarlo, a pegarle, a denigrarlo, a humillarlo, a hacerlo sentir como si no fuera un ser humano. Dije también que nos marcó el camino. Dejó vestigios, huellas, dejo signos, dejó testimonios. Decidirá el tribunal.”, sentencia.
“No hubo falso testimonio. Lo que dijo Apud es lo que vio. Es más, se encargó de aclarar que arrastrar y renguear para él era lo mismo. No le pidamos rigorismos gramaticales. No me pidan a mí rigorismos gramaticales en este momento en que uno puede estar nervioso ¿Qué es lo que relató Vanesa? Lo que contó se condice con lo que dice Torales: que estaba alojado en esa comisaría, que hubo gritos, que Vanesa gritó. No voy a pedir que reconozcas que dijo que le estaban pegando, pero Vanesa y la madre sí lo escucharon. Entonces que valoremos distinto, no implica falso testimonio. Fíjens con qué nimiedad se pretende acusar de falso testimonio a Vanesa. Nunca dijo que lo llamó al número de la comisaría, dijo que lo llamó a Torales. Respecto al ambiental se encargó de aclarar específicamente que su ex pareja no estaba matriculado y que no entendía nada de esto. Sigo sosteniendo que el camino que nos marcó Luciano es hacia la verdad. Apud dijo que las marcas las vio al otro día, no el día en que pasa la señora Mónica con Luciano. Nunca se sacó la remera en la calle. Nadie dijo que las marcas eran de golpes.”
Fotos: Gonzalez Ve y Facundo Nívolo