Damián Verzeñassi y la experiencia de los Campamentos Sanitarios

Escrito por el 07/05/2015

 

En la emisión del martes 5 de mayo de Enredando las mañanas dialogamos con Damián Verzeñassi, médico y profesor de la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario, sobre la práctica final de la carrera constituida por los Campamentos Sanitarios. En esta entrevista repasamos algunos aspectos de los campamentos, los resultados y el correlato con la investigación producida en la localidad de Monte Maíz desde la Facultad de Ciencias Médicas de Córdoba.

 

 

 

 

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Desde 2010, la última materia que debe cursar y aprobar un estudiante de la carrera de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario es un sistema de evaluación final que se llama Campamento Sanitario. El médico y profesor Damián Verzeñassi explicó que esta práctica implica que los estudiantes, junto al equipo de docentes que los acompaña en los últimos meses de carrera, se trasladen durante una semana a una localidad de menos de 10.000 habitantes: “la primera actividad que se hace es un relevamiento sociosanitario, de tipo epidemiológico, con una metodología de barrido. Vamos casa por casa a todas las casas de la comunidad haciendo una encuesta sobre los principales problemas de salud que transitan quienes viven en ese domicilio, para poder tener una idea de cuáles son los problemas de salud en esa localidad. El tercer día hacemos un control de salud de los niños en las escuelas primarias, con evaluación física de cada uno de ellos. Estamos cubriendo alrededor del 85 al 90% de los niños escolarizados en todas las localidades a las que hemos ido. Y el cuarto día hacemos una serie de promociones de cuidados y prevención de enfermedades para saber cuáles son las capacidades que tienen los estudiantes a punto de graduarse de compartir lo que han aprendido en la universidad con el resto de la comunidad. El último día se hace la evaluación final con la que le devolvemos a la comunidad un informe con los resultados que se han obtenido en la encuesta y en el control de salud de los niños”.

En estos cinco años se han realizado 21 campamentos, es decir que se han visitado 21 localidades y encuestado a más de 120.000 personas. En relación a los resultados concretos de esta experiencia, Verzeñassi afirmó: “en principio nos llamó mucho la atención cuando preguntábamos, al transitar los primeros campamentos que es una especie de fotografía que uno saca, cuáles son los principales problemas en salud que hay en la localidad y cuáles son los principales problemas de salud que tienen los que viven en la casa que estamos encuestando, eran muy similares de una localidad a la otra aunque las localidades fuesen de distintas provincias o de distintos lugares de Santa Fe. En estas características similares lo que más llamaba la atención en un principio, hoy lamentablemente ya no nos llama la atención porque es una cuestión prácticamente endémica para nosotros, es que algunos problemas de salud como los trastornos endócrinos, básicamente hipotiroidismo, o sea falta de funcionamiento de la glándula tiroide, estaban apareciendo con una presencia que excedía los valores que uno está acostumbrado a ver de acuerdo a las estadísticas oficiales que son muy pocas y muy pobres al respecto, y que ya no solamente es un problema que está asociado a mujeres en edad adulta joven, como estábamos acostumbrados, sino que son cada vez más los jóvenes y las personas jóvenes de pre-adolescentes y adolescentes que transitan este problema de la glándula tiroide”.

“Un tema que ha sido indudablemente el más preocupante –continuó Verzeñassi– es el crecimiento de los casos nuevos de cáncer que año a año se van dando. Si nosotros hacemos un análisis de los últimos quince años, vamos a ver que agrupando los últimos 15 años en grupos de 5, el último grupo tiene la misma cantidad de casos nuevos de cáncer que los dos primeros sumados. Esto claramente nos hace llamar la atención a que algo ha estado ocurriendo no en el último quinquenio sino en los últimos 15 o 20 años que ha transformado la forma de enfermar y morir de la gente en una lógica de construcción de enfermedad crónica o construcción de patología que requieren de entre 15 o 20 años como son las patologías oncohematológicas para poder desarrollarse”.

En relación a qué medidas se deben tomar, el profesor especificó: “creo que en principio lo que no podemos hacer es dejar de atender a los que tienen problemas de salud, pero no podemos no preguntarnos por qué estamos teniendo cada vez más personas que transitan este tipo de problemas. Es como aquel que cuando se rompe un puente en vez de arreglarlo decide inaugurar abajo del puente roto un hospital para politraumatimatizados como para atender rápidamente a todos los que caen del puente roto.  Capaz alguno dirá ‘che, qué bien funciona el sistema, uno se cae, se quiebra y enseguida lo atienden’, pero no se está dando cuenta que podría no haberse caído si se hubiese puesto lo que se puso para construir el hospital que atiende a los politraumatizados abajo del puente en arreglar el puente y mientras tanto un cartelito que diga ‘cuidado, el puente está roto no intente cruzarlo’.

Verzeñassi señaló que otro llamado de atención que se les genera por la similitud en los perfiles de mortalidad que han registrado es que estas localidades además de tener todas menos de 10.000 habitantes, tienen otros elementos también en común: “una de ellas que para nosotros tiene un peso significativo es la transformación del modelo de producción. Estas son localidades que tenían distintas historias de modelos productivos en su región, hay localidades que eran tamberas, otras que eran típicamente industriales, localidades que tienen que ver con la agricultura, localidades ganaderas. Hoy, el 100% de las localidades que hemos visitado, no porque haya sido este un precepto para visitarlas, sino porque casualmente se dio de esta manera, sin que lo estemos buscando, han quedado todas en el medio de las áreas de producción agroindustrial de elementos transgénicos dependientes de agrotóxicos. En una sociedad, en un territorio en el que los últimos 20 años se ha cambiado la forma de producir y se ha empezado a producir elementos transgénicos, implicando entre otras cosas el incremento del 857% en el uso de este tipo de sustancias tóxicas, nosotros entendemos que no puede soslayarse, no puede minimizarse, ni menospreciarse, el impacto que esta carga química extra que se está haciendo de manera novedosa en estos 15 o 20 años tenga sobre la forma de enfermar y morir de la gente. Y no por casualidad nosotros pensamos en que esta carga química puede tener un peso importante, si uno se fija cuál es la bibliografía internacional respecto a qué características farmacocinéticas, qué impacto en los seres vivos pueden tener las sustancias químicas que se están utilizando en estos modelos productivos agroindustriales dependientes de tóxicos, uno encuentra que esas sustancias son etiquetadas por las mismas fábricas que producen la sustancia como sustancia que pueden tener impacto en el desarrollo de los círculos vitales. Los venenos que se usan en la producción agroindustrial de elementos transgénicos modificados justamente para resistir mayor cantidad de veneno son reconocidos por los propios fabricantes, y ahora incluso también por la Organización Mundial de la Salud como sustancias químicas que están en condiciones de generar alteraciones en los sistemas biológicos y por lo tanto estimular enfermedades oncohematológicas, enfermedades con malformaciones congénitas y dar trastornos endócrinos o trastornos endoinmunológicos que son casualmente las cosas que estamos viendo nosotros que se han incrementado en estas localidades”.

 

Sobre la experiencia en Monte Maíz

Desde Enredando las mañanas se le consultó a Damián Verzeñassi sobre las similitudes y diferencias de la experiencia en los Campamentos Sanitarios y el trabajo realizado en  Monte Maíz por un equipo de investigadores de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba. Al respecto, el profesor explicó: “una primera diferencia es que nosotros lo hacemos como una evaluación final de la carrera de Medicina y lo de Monte Maíz fue una actividad voluntaria de una cátedra de la carrera de Medicina de Córdoba, lo que yo creo que le da otro valor mucho más significativo porque no es como en nuestro caso que tienen que ir igual porque sino no se gradúan, en Monte Maíz van los que realmente están convencidos de lo importante que es este trabajo para aportarle a la comunidad información que le permita mejorar su calidad de vida. Esto le da a lo de Monte Maíz un peso que es muy importante y no puede desde ningún punto de vista, y con ningún argumento crítico a la metodología, menoscabarse”.

Otra diferencia marcada por Verzeñassi es la actitud de las respectivas casas de estudios: “en nuestro caso la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Naiconal de Rosario asumió política y académicamente la definición, a través del Consejo Directivo de la facultad, de que este tipo de metodología sea la metodología de la evaluación final de los estudiantes de medicina, mientras que en Córdoba el Consejo Directivo de la Facultad de la Universidad de Córdoba tuvo algún prejuicio respecto a un trabajo voluntario como el que se hizo en Monte Maíz, y en vez de salir a sostener la importancia que tiene que la universidad pública genere la información científica que le permite a la gente saber lo que le pasa, tuvo más preocupaciones por lo que dirá alguna pseudo comunidad científica vinculada a la producción química que por lo que la sociedad necesita que la universidad pública haga”.

“Lo que encontramos en nuestra facultad – especificó el profesor – es que lejos de matar al mensajero salió a poner toda su estructura a disposición de las comunidades afectadas por los modelos agroindustriales o los modelos productivos extractivistas, para ver si lo que nosotros encontrábamos en nuestro relevamiento del Campamento Sanitario realmente podía estar vinculado o no a lo que nosotros entendíamos que podía tener alguna vinculación; mientras que en Córdoba al equipo de investigadores y estudiantes que estuvieron trabajando voluntariamente durante una semana en Monte Maíz lejos de ser acompañados por la universidad se los intentó perseguir. Son diferencias importantes y también nos tienen que hacer pensar respecto a cuál es el rol que debe cumplir la universidad pública, si esconderse detrás de un pseudo cientificismo para no poner en discusión los problemas de salud de las poblaciones o el de jugarse como se han jugado los colegas de Córdoba y salir a plantear independientemente de que la facultad no asumiera todavía la responsabilidad que debería asumir de ponerse al servicio de la comunidad y no al servicio de la industria de que algo está ocurriendo”.

Respecto a la conducta de la Universidad de Córdoba, Verzeñassi expresó: “en vez de poner en discusión que algo está ocurriendo en una comunidad, que hace más de 7 años hizo un relevamiento absolutamente casero que dio resultados muy similares a los que 7 años después está dando este trabajo que hizo este equipo de investigadores de la Universidad de Córdoba, se pone a discutir si metodológicamente tenían una remera de un color o de otro los que fueron a hacer la encuesta, discuten si se le preguntó o no a la comisión ética de la facultad. Cosa que yo no digo que no haya que hacer, no estoy diciendo que las formas no importen, sí importan y mucho cuando uno quiere hablar dentro de la comunidad científica, pero yo no puedo invalidar una información que está requiriendo y que se está construyendo en conjunto con la comunidad a partir de que quien debería haberla construido no lo hizo, porque quien debe construir la información estadística y epidemiológica no es la universidad pública con acciones voluntarias, sino que son otros organismos del Estado que tienen estructura, sueldos y mucho dinero para sostener, y si no tiene dinero debería ser obligación del Estado garantizar el dinero para que las estructuras de epidemiología municipales, provinciales y nacionales puedan funcionar, entonces en vez de ponerse a cuestionarse por qué nosotros tenemos datos que el resto de la estructura estatal no tiene, salen a cuestionar a la gente que ha estado trabajando voluntariamente para saber qué está ocurriendo en la localidad o en la región. Ahí está donde nosotros desde la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario nos sentimos no solamente acompañados, sino también profundamente orgullosos de pertenecer a una facultad cuya gestión política, académica, ha tomado la decisión de poner la facultad al servicio de la comunidad y la gente, y donde nos solidarizamos con los compañeros de Córdoba que han hecho este trabajo, que uno puede si quiere en lo finito hacer alguna observación, pero que en realidad ninguna observación que uno haga cambiaría el resultado de lo que se obtuvo en Monte Maíz. Acá lo que hay que discutir es qué pasa en esta localidad que tenemos índices de problemas de salud. Y si no estamos de acuerdo con el resultado, lo que deberíamos hacer es iniciar otro trabajo como hace un científico. Un buen científico no sale a cuestionar el resultado de otro trabajo porque no le gustan las formas, sino que sale a hacer su propio trabajo de investigación para refutar con datos propios construidos también con otro método científico y no como se ha hecho acá que se quiso matar al mensajero por no querer asumir la discusión real y profunda que es qué está ocurriendo con nuestras poblaciones”.

 

 


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