Juicio por torturas a Luciano Arruga – Día 2 – Vanesa Orieta, otra vez la hermana de Luciano

Escrito por el 06/05/2015

En la segunda jornada del juicio por torturas contra Luciano Arruga, con el policía Julio Diego Torales como único imputado, dejó su testimonio de más de dos horas Vanesa Orieta, la hermana del joven que fue secuestrado unos meses después del hecho que se juzga ahora. Con la valentía de siempre, pero sumamente acongojada, la joven explicó con detalles la situación vivida por Luciano en esa jornada que, según dijo «fue quebrarle la vida». Hay mucha expectativa puesta en la jornada de mañana jueves desde las 9. Están convocados a declarar seis policías, algunos de ellos sospechados por su participación en el secuestro de Luciano, y el joven víctima del robo por el que supuestamente fue detenido Arruga aquel día. Dejamos aquí una crónica de la declaración de Vanesa Orieta.

 


Vanesa declarando de espalda Torales y su abogado GrimbergVanesa Orieta es una piba simple. Viaja en el camino hacia el juicio, el día de su testimonio fundamental, en la parte de atrás del vehículo utilitario de uno de los integrantes de su grupo protector: Familiares y Amigos de Luciano Arruga. Allí va, sin asiento, respaldada en uno de los laterales, contra la chapa. Riendo, pero sin poder ocultar la tensión. Sabe que será un día especial en la larga y cansadora lucha que encabeza con un objetivo tan simple como ella: quiere saber qué paso con su hermano, desaparecido el 31 de enero de 2010. Es petisa, 1,55 mts. dirá durante su testimonio, pero es gigante. No solo pudo cargar en sus hombros toda la historia de Luciano, sino que supo entender que el lugar en el que había quedado le dejaba la oportunidad de pelear no solo por su hermano, sino también por otros de pibes víctimas de violencia institucional y policial. 

En el viaje previo la nombra a Soledad Rosas, La Sole, aquella joven de Barrio Norte que se hizo anarquista y se quitó la vida en Italia intentando comprender un mundo incomprensible. Varias cosas unen a Vanesa con La Sole. Sin embargo preferimos marcarle la diferencia: «lo que estás haciendo vos ayuda más a cambiar el mundo que la inmolación de La Sole». Ella responde rápida y segura: «Sí, pero a veces dan ganas de romper todo». Vane ha sabido contener a La Sole que lleva adentro. Lo hará también durante el testimonio.

La sala de la Unión Industrial de San Justo es por lo menos extraña como espacio físico para un juicio. La solemnidad de la justicia choca con los cartelones de publicidad que cuelgan de las paredes. Sin embargo, cuando entra el tribunal, hay que pararse. Y cuando termina la jornada hay que volver a pararse para que los miembros del Tribunal Oral en lo Criminal Nº3 de La Matanza, integrado por Diana Volpicina, Liliana Logroño y Gustavo Navarrine, se retiren antes que el resto. Como cuando entraba la bandera de ceremonias en los actos escolares. Una antigüedad sin dudas.

-¿Sabe por qué está aquí? -le pregunta el fiscal Longobardi. Nuevamente la formalidad. 

-Sí. -responde Vanesa, que habrá tenido ganas de responder ¿cómo no voy a saberlo?

-¿Puede contarnos todo lo que crea sobre aquel 22 de septiembre de 2008?

Sí, claro que puede. Y puede más que eso.

 

La Vane de ayer no fue la de siempre. Nos acostumbró a que la viéramos fuerte, reconociendo la importancia de su rol público y aprovechándolo al máximo, pero esta vez fue diferente. Su sonrisa quedó en la camioneta. Y apareció la congoja, rápidamente. Se volvió a meter en aquel día y lo detalló exactamente. Varias veces dijo, ante preguntas que le requerían precisiones: «yo no voy a mentir, no recuerdo eso», intentando dejar en claro que el objetivo no es meter preso a un policía o a varios, sino la verdad. Sentada en esa silla fría, con el micrófono apuntándola y recurriendo a sus recuerdos más terribles, Vanesa fue durante ese rato, otra vez, solo la hermana de Luciano.

 

Uno lo tenía, otro le pegaba

Tanto el fiscal Longobardi como los abogados defensores, aunque con diferentes objetivos, intentaron que Vanesa precisara si Torales lo sostenía mientras le pegaban o si le pegaba él directamente. Vanesa concluyó con el dilema: «no lo recuerdo, no le voy a afirmar lo que no recuerdo. Luciano me dijo que uno le pegaba y otro lo sostenía y me nombró a Torales y a otros policías, pero yo recordé a Torales porque había hablado con él. Pero no importa si lo sostenía o le pegaba: fue tortura igual. Me dijo que Torales era un hijo de puta que lo había humillado. Que le habían dicho que si no se quedaba tranquilo lo iban a llevar a la 8ª donde estaban los violadores que se iban a encargar de él». En referencia a la situación que vivieron aquel día y los posteriores hasta su desaparición, la hermana del joven dijo: «fue una detención cruel. Una situación límite. Como que todo se iba a pudrir en cualquier momento. Luciano era un pibe con unos ojos brillosos y una sonrisa radiante y luego cambió totalmente. Se preocupaba porque su abuela no se pusiera mal». Atenta, entre el público, la abuela de los jóvenes, que llegó sobre la hora del comienzo, observaba con tanta atención como tristeza.

 

El motivo de la detención

Orieta comentó que en el destacamento Torales le había dicho que Luciano había robado algo «un mp3 o algo así». Ella le dijo que su hermano no había robado nada. El policía fue hasta la oficina y le mostró un cable guardado en un cajón. Con precisión y en el momento más doloroso de su relato, Vanesa contó cómo lo encontró tras regresar de su trabajo: «salí y fui a la casa donde ellos vivían. Una pieza de 4 por 3, donde había una cucheta de frente y otra cruzada. Como estaban mi mamá y Luciano yo casi no entraba. Él estaba en la cama llorando. Le dije: ‘Negro, la puta madre, ¿vos te robaste esa porquería de teléfono de mierda?’ -dijo llorando-. Él levantó la cabeza y me dijo: ‘vos sos una pelotuda. Yo no robé nada y encima me pegaron’. Estaba enojado», relató la joven. 

También explicó que en otra instancia del largo día, Torales le dijo que estaba hablando con el juez de menores por teléfono, «entonces yo empecé a gritar para que me escuchara. Gritaba que le estaban pegando y él tapaba el teléfono para que mis gritos no se escucharan».

 

Robo en la comisaría

Vanesa relató con detalles la visita al médico cuando Luciano recuperó la libertad. Dijo que Orlando Gabriel González, que declaró el lunes, fue solidario, y aseguró que le pidió ayuda para hacer la denuncia, por lo que le pidió un certificado y que dejara constancia en el libro de guardia, cosas que González efectivamente realizó.

Orieta ratificó lo que contó su madre, Mónica Alegre, el día anterior: las idas y vueltas del destacamento, el verdugueo permanente y, fundamentalmente, el cambio que implicó esa detención en los pocos meses de vida que le quedaban a Luciano. Contó que puede identificar a Torales porque cuando el oficial se presentó, ella anotó su nombre. Que su hermano le nombró a varios policías más, pero ella solo pudo retener el de Torales, por la anotación y porque habló con él la mañana siguiente para reclarmarle por el trato que recibió Luciano.

En ese segmento de la declaración, que duró más de dos horas, se detuvo en una paradoja: Luciano fue detenido sospechado de haber robado un mp3; sin embargo, la víctima de robo fue él. Luciano le contó que tenía 20 pesos en su bolsillo cuando fue detenido y que luego no se los devolvieron. Vanesa recuerda que tuvieron que volver caminando desde el Policlínico de San Justo y que se rieron juntos de esa situación. Al día siguiente, ya desde su casa -y tal cual relató la testigo Rocío Gallegos, su amiga- llamó al destacamento y pidió por Torales. El policía la atendió. «Le pegaron a mi hermano. Lo amenazaron con violarlo. Torales, ¡no pueden hacer eso! Y además devolveme los 20 pesos que le robaron». Torales le negó todo. Para Vanesa era muy importante el detalle de ese robo y la difícil situación económica que pasaban. En una de las varias veces en las que hizo referencia al hecho, dijo 30 pesos en lugar de 20. La jueza Volpicina le marcó una diferencia: «Ah, pero eran 30 pesos no 20″…

 

Preguntas con barro

A la hora de las preguntas de los abogados defensores, tanto Grimberg como Jordanes intentaron indagar sobre la vida privada de Orieta. Mostraron mucha preocupación por saber si Vanesa estaba o no en pareja en ese momento. Como ella dijo que era su ex pareja, intentaron mostrar una contradicción con su declaración anterior. El tribunal, la querella y el fiscal intentaron analizar si era procedente la pregunta o no. Vanesa, cansada y con cierto enojo, le dijo a la jueza: «¿le puedo responder?». La jueza, con dureza, le dijo que no. Orieta no pudo evitarlo y respondió con ironía «ya que están hablando de mi vida privada deberían dejarme opinar», pero la jueza descartó la pregunta por improcedente. 

Sobre el cierre, la defensa pidió «mantener la reserva de la testigo». El tribunal lo aceptó y eso implica que como pueden volver a convocarla, la joven no podrá presenciar el juicio hasta que no terminen las testimoniales, lo que tanto el fiscal como los querellantes calificaron como «una chicana innecesaria», aunque también es un derecho que asiste a las partes. Cuando la jueza Volpicina llamó a un cuarto intermedio, Vanesa la interrumpió y rompió la formalidad: «Necesito hacerle una petición que no tiene que ver con el juicio. Si me van a tener en reserva que por favor me dejen fumar un cigarrillo». Le dijeron que sí. Se levantó, gigante, con la mirada en alto y la sala estalló en aplausos. Ya era otra vez la hermana de todos los pibes.

Foto: Vanesa declarando. De espaldas el policia Torales y su abogado Grimberg


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