Entrevista por nuestra América
Escrito por Red Nacional De Medios Alternativos el 22/07/2009
El 18 y 19 de junio, en Paraná, capital provincial se desarrolló el 1º Encuentro Artiguista por nuestra América. Organizado por la Asociación gremial de Magisterio de Entre Ríos (AGMER), el mismo contó con, además de los números artísticos de Jorge Mendez y de Miguel “zurdo” Martinez, Mario Castaldo (filial María Grande); Susana Congo (vocal de los trabajadores), Victor Sartori (Corriente Clasista y Combativa), Andres Oliveti (Sindicalista Docente Uruguayo), Juan Vilar (Docente Universitario), Monica Ruiz Díaz (Sec. Finanzas AGMER), Cesar Baudino (Sec. General AGMER), Tirso Fiorotto (Periodista Artiguista), Alejandro Garcia y Sergio Napoli (ambos de Compromiso Revolucionario). Estos últimos accedieron a una entrevista con Revista Pensar Económico social (PESo).
RP-¿Constituye el federalismo, hoy, una opción anticapitalista y revolucionaria?
Consideramos que una opción federada, en el marco de un proyecto que retome, perfile y potencie las tareas inconclusas de la revolución artiguista, no sólo es hoy una opción válida como alternativa anticapitalista y revolucionaria sino que (a la luz de ciertas cuestiones que sería positivo y necesario explicar, aunque más no sea, como borrador) es una condición sine qua non.
Creemos que una estrategia al menos regional, y de alguna forma continental, es una condición indispensable para desarrollar una resistencia y un combate contra el sistema.
Estas tareas deberían realizarse a la luz de la vigencia de ciertas cuestiones cardinales, claramente expresadas en el proyecto artiguista en el marco de lo que fue aquel proceso en las llamadas Provincias Unidas.
Estas cuestiones las resumiríamos de la siguiente manera:
• Enmarcar desde una perspectiva de clase todas las tareas reivindicativas, programáticas y de lucha contra los gobiernos entreguistas, las políticas imperiales y el capital, al menos en un marco vinculante a ambas Bandas.
• Desarrollar una estrategia regional de construcción de las redes sociales y organización revolucionaria que desarrollen un proyecto en este sentido, de cara a la liberación del continente en una perspectiva socialista.
• Para esto, una cuestión fundamental es volver al tema que creemos central: la tenencia de la tierra y la defensa de los recursos naturales no desde una visión meramente “ecologista” sino, también y fundamentalmente, desde una posición afincada en los intereses de clase.
• Por tanto continúan teniendo vigencia en una perspectiva anticapitalista y revolucionaria cuestiones tales como “la tierra en manos de quienes la trabajan”; “la unión de pueblos libres”; la necesidad de que “la autoridad emane de vosotros y cese ante la presencia de la soberanía”; la defensa de los intereses populares con “el pueblo reunido y armado para mejor defensa de sus intereses”.
Estos aspectos deben verse a la luz de las nuevas realidades estructurales y superestructurales; desde aquí deberemos asumir su vigencia como proyecto inconcluso y necesariamente a desarrollar en la perspectiva de la construcción de un nuevo contrapoder, germen del nuevo poder popular.
Las estrategias que se han llevado adelante en nuestro continente a lo largo de los últimos siglos, tanto en la lucha contra los imperios colonialistas, principalmente en los siglos XVIII y XIX y contra el imperialismo capitalista en el XX y lo que va del XXI, han adolecido de algunas cuestiones principales, recurrentes y sistemáticas que ya resultan, tristemente, banda sonora de la película de la derrota de la clase trabajadora en nuestras comarcas.
La historia de las luchas continentales contra los imperios de España y Portugal en la subregión latinoamericana, nos han mostrado que tres aspectos centrales para cualquier elaboración estratégica y programática de intención revolucionaria (clase, fuerzas motrices y vanguardia política) existieron, accionaron, se relacionaron dialécticamente y propiciaron, en contradicción con las fuerzas antagónicas en un marco concreto de correlación de fuerzas, un resultado determinado. Este resultado en todo el continente determinó y significó un triunfo de las posiciones independentistas acaudilladas por los patriciados acomodados y liberales de incipiente carácter de proto burguesía. Estos sectores, en los hechos columna vertebral de la "vanguardia política independentista" de la época (logias), contaron para sus luchas con un abanico de fuerzas motrices dentro de las cuales no significaban (ellas mismas) ni por asomo fuerza principal aunque sí hegemónica, producto de su formación cultural y poder económico en relación con los otros estamentos sociales que participaron de las revueltas y montoneras en suelo americano. Los pueblos originarios, los esclavos negros, los campesinos, los trabajadores rurales y los marginados de la época revistaron en las filas de los ejércitos populares que, armas en mano, combatieron a españoles, portugueses y también a ingleses, franceses y otros. La clase soporte de la estructura económica en ciernes de esa época, de escaso desarrollo identitario aún, era difusa, balbuceante y diversa; lo que es innegable es que sí existían sectores de esa sociedad, dividida en clases, que objetivamente defendían un proyecto de emancipación que, en lo más avanzado del cuerpo teórico de la época, se sustentaba en la tenencia de la tierra por parte de quienes la trabajaban, en la autodeterminación de los pueblos y en el reconocimiento de sus autonomías y en la concepción federal y de Patria Grande Americana. Este proyecto fue derrotado momentáneamente producto de la traición de sectores que, especulando con su adaptación a las condiciones emergentes de desarrollo capitalista que propiciaba la concepción británica triunfante en la época, favorecieron la estrategia de "independencia" del poder español y se sujetaron a una salida a la vida republicana independiente de espalda a los sectores que llevaron la lucha hasta las últimas consecuencias, que eran y resultaban ser, herederos de los pueblos originarios de América, que representaban a los desposeídos de toda raza, credo, cultura y condición y que defendieron consecuentemente los ideales revolucionarios de esas luchas.
La fragmentación nacionalista y de ulterior desarrollo capitalista que propició el desenlace de esas luchas en siglos pasados no era la única alternativa de desarrollo posible ni el único proyecto sustentable. Ejemplo de esto, claro, sintomático y vigente en sus enseñanzas aún hoy, es la epopeya del pueblo del Paraguay contra quienes se propició la Triple Alianza; el pueblo paraguayo y sus dirigentes lograron el más alto grado de desarrollo económico, social, cultural, integrador e inclusivo que haya conocido América hasta la revolución cubana. Por ello la estrategia de la diplomacia británica fue la de dividir para reinar; por eso la llevaron adelante los patricios de la época, pequeños aprendices de virreyes, peores americanos.
Las postrimerías del siglo XIX, todo el XX y lo que va del nuevo milenio nos invitan a "especular", mirarnos al espejo de aquellas luchas para, analizar los rasgos vigentes, situaciones semejantes, generalidades que permitan esbozar una teoría revolucionaria para el siglo que comienza. Las luchas de intención revolucionaria en el continente americano (en el marco capitalista) y de intención socialista han conocido avances y retrocesos, flujos y reflujos; han sucedido "momentos", han surgido hallazgos y han fracasado la mayoría de los intentos, salvo excepciones honrosísimas, en primer lugar Cuba. En otro plano y en diferentes niveles, podríamos analizar las generalidades de los procesos llevados adelante tanto en una geografía como en otra, tanto por determinadas concepciones de la lucha como por otras, pero siempre deberemos afirmarnos en la necesidad de la lucha regional, continental, de clase y retomando el proyecto artiguista traicionado y vigente.
RP-¿Qué opinión tienen sobre las tendencias latinoamericanas, el caso de La República Bolivariana de Venezuela, el caso de Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia?
En primer lugar cabe decir que tenemos un gran respeto por las formas que se dan los pueblos en un camino de lucha que es prolongado, complejo y multifacético; consideramos que estas luchas se desarrollan de manera desigual y combinada; a su vez afirmamos que, el desarrollo de los procesos en América reviste condiciones riquísimas y de gran potencial revolucionario.
Hechas estas precisiones cabe adentrarse en el meollo de la pregunta que tú realizas.
El despliegue de la lucha de estos pueblos, en el contexto de nuestro continente, creemos que muestra diferentes niveles de desarrollo. Afirmamos que no sucede lo mismo en Venezuela, que en Bolivia, que en Ecuador; esta es una primera salvedad, más allá que entendemos que pueda hablarse de una misma tendencia en estos procesos. Cabe entonces analizar dichas tendencias y visualizar si ofrecen generalidades o es sólo una suma de particularidades; en primer lugar vemos que estos procesos muestran una tendencia de carácter nacionalista y en algunos casos unos intentos antiimperialistas en ciertos aspectos; afirmamos que estos rasgos son positivos, a la vez que deseamos dejar clara nuestra posición en relación con el apresuramiento que, a veces, notamos en el sentido de definir a estos procesos como revolucionarios o de perspectiva socialista. No vemos, hasta ahora, ningún hecho concreto que pueda permitir, de manera seria y fundamentada, aseverar que el proceso venezolano sea revolucionario; mucho menos socialista. Creemos, eso sí, que en Venezuela se intenta, desde el gobierno y las estructuras naturales a un régimen democrático representativo, modificar ciertas características de lo que ha sido el modelo neoliberal y, desde ciertas políticas en distintos niveles, propiciar nuevas maneras institucionales que permitan y garanticen una política exterior con más autonomía frente a los organismos internacionales; un manejo de los recursos nacionales con un criterio diferente al de entrega de soberanía habitual; una serie de políticas de nacionalización, etc. Lo que no visualizamos (y con esto no planteamos una crítica sino una constatación) es una construcción revolucionaria que pueda definirse como socialista, si por ello aceptamos todo aquello que va contra el sistema, la propiedad privada de los medios de producción, la articulación de un poder de clase que posea los resortes del aparato coercitivo (y que este sea dirigido contra la burguesía y los enemigos del pueblo) y la necesidad de nuevas formas de democracia directa que vaya generando un verdadero contrapoder.
A su vez, creemos que en Venezuela, no así en Bolivia, las organizaciones sociales, políticas, de base, escasa o nula incidencia tienen en el necesario impulso y control de estas cuestiones fundamentales que hacen a la raíz de un proceso revolucionario. De hecho, las medidas que se desarrollan en Venezuela, dependen más de lo que realiza el gobierno, el Estado y las propias Fuerzas Armadas, que de las iniciativas y autonomías de las organizaciones populares. En un marco de cierto avance creemos que estas son cuestiones a señalar como aviso de un déficit a modificar.
En lo que atañe con el proceso de Bolivia observamos que, sin haberse desarrollado tantas medidas aparentemente profundas, existe un rasgo positivo a considerar: las organizaciones populares tienen un desarrollo y un peso marcado en la sociedad boliviana, vienen de experiencias dura de lucha y tienen, por tanto, capacidad de incidir en el proceso; está en ellas y en la articulación de sus políticas con las que se decida a desarrollar el gobierno de Evo en un sentido de profundizar cambios en un sentido revolucionario, la definición de un nuevo escenario. Esto, sin duda, pondrá a prueba por una parte al gobierno, por otra a las organizaciones populares y, ante todo, permitirá definir si “ciertas vías” son idóneas para la construcción de una nueva sociedad o si, por el contrario, una sociedad sin explotados ni explotadores se construye desde abajo y en la lucha abierta contra el capital y el imperio.
El proceso de Ecuador, brevemente, creemos que no reviste -por sí- ningún interés mayor (como enseñanza) que el que se proyecta desde el ALBA; de hecho, su presidente Correa no ha mostrado, hasta ahora, ningún avance sustantivo, ni siquiera en el marco de lo hecho por los gobiernos de Chávez y Morales.
De todas maneras creemos que es importante observar que esta tendencia es positiva frente a la que se experimenta en otros países del continente y que, para no traicionar el verdadero espíritu revolucionario del sentir de los pueblos explotados, estos procesos deberán, necesariamente, profundizarse en contra de las burguesías, de las oligarquías y de los sectores retardatarios. De no profundizarse en este sentido el proceso no permanecerá inmóvil y comenzará a retroceder; si por el contrario, como creemos que debe hacerse, se avanza y se profundiza en una línea expropiatoria de las clases explotadoras, en una línea de entrega -a quienes producen- de los medios de producción, en una línea de construcción de poder popular, estos procesos podrán comenzar a ser observados, objetivamente, como revolucionarios.
Vemos que, si esto no se propicia, el actual contexto, de alguna manera propicio, comenzará a operar como un nuevo paradigma devaluado y todo quedará como está aunque aparentemente algo cambie.
RP-¿Cómo ven a la Argentina desde Uruguay?
En tren de hacer bromas, aunque no tanto, si nos apurás te podríamos decir que la vemos por “tele”; esto, más allá de un chiste, intenta expresar algo que en la última etapa es cada vez más cierto. Para los uruguayos en general, la Argentina es el fútbol, Tinelli, la farándula y la corporación política corrupta y mediática aunque, en este sentido, todo esto, lejos de favorecer un pensamiento crítico, reafirma y profundiza la idea de que todo pasa más allá de nosotros mismos y adentro de una cajita boba.
En otro orden podemos decir que la Argentina y el Uruguay son un mismo pueblo en dos naciones; de ahí que el concepto de nación (para nosotros) como asimismo el de patria, poco significado tiene a la luz de una perspectiva de clase.
Cuando analizamos la Argentina desde esta perspectiva, observamos los mismos capitales, los mismos apellidos en las oligarquías de allá que de acá, los mismos organismos internacionales de crédito que expolian y definen el hambre de nuestros pueblos y una misma corporación política que ejecuta, como meros administradores, lo que el capital manda, el imperio obliga y la clase dominante requiere.
Del otro lado, es decir, del lado de quienes nos oponemos a esos proyectos, observamos las mismas dificultades y las mismas posibilidades; entre las dificultades una principal: la desunión de las fuerzas clasistas y revolucionarias. Junto a esto, y como consecuencia directa, observamos la ausencia de una articulación de ideas básicas que permitan desarrollar las tácticas de resistencia que comiencen a perfilar una acumulación, en el sentido de desarrollar fuerzas para combatir al sistema y generar un polo orgánico antagónico que vertebre las luchas hacia el socialismo.
Argentina y Uruguay son un solo pueblo; y esto significa, y queremos remarcarlo, que: las clase explotada de Argentina y Uruguay es la misma, el pueblo es el mismo y sus intereses son los mismos; las fronteras favorecen los intereses de los amos, de los peores americanos y nosotros, a ambas Bandas, “nada debemos esperar sino de nosotros mismos”.
RP-¿Qué líneas fundamentales de trabajo plantea Compromiso para esta etapa?
Nuestra Organización parte de la convicción que el derecho de autodeterminación de los pueblos es parte central de la lucha social. Hoy, a pesar de discursos en contra promovidos por “intelectuales bien pensantes“, bendecidos desde el poder, el derecho de autodeterminación es incluso más importante que en el pasado. El legítimo derecho de cualquier pueblo de decidir colectivamente su destino, y dentro de este su organización social y estructura política, es el reverso de las pretensiones capitalistas de dominación violenta, llevadas adelante por el imperialismo en forma de “guerras preventivas, sabotajes, guerras de baja intensidad focalizadas, etc.” Hoy en diferentes partes del mundo, los más variados pueblos resisten y se ponen en pie de guerra contra el imperialismo yanki y su colaborador mas directo: el imperialismo europeo occidental.
En nuestro proyecto emancipador ocupa un lugar cardinal la necesidad de construir un movimiento obrero clasista, combativo, democrático, autónomo y transformador, garantizando su independencia como clase, buscando sus propias formas organizativas, nuevas herramientas y definiciones que le permitan constituirse en la columna vertebral del proceso liberador.
Para nosotros la clase obrera, aun cuando hoy pueda ser sustancialmente más compleja y fragmentada, abarcadora de grupos sociales muy diversos y con vivencias muy diferentes y grados de conciencia diferentes, no solo sigue existiendo como clase social, sino que conforma el sujeto revolucionario central. Por otra parte, constatamos la emergencia de nuevas realidades: la precariedad laboral, el subempleo, la desocupación, nuevas formas de organización del trabajo; la miseria y el hambre, donde mas del 50 por ciento de nuestra población vive por debajo de la franja de pobreza, subalimentada, viviendo en asentamientos, en casas de lata y cartón, con altísimos índices de deserción escolar, nos obligan a estudiar y reformular nuevas formas de organización y lucha. Para poder mantener su contenido transformador y romper la dinámica de la burocratización sindical. Lo que no ha variado es el nudo de la dominación capitalista sobre los medios de producción. Sobre la propiedad privada de los medios de producción y la tenencia de la tierra se asienta la explotación a la que es sometido a diario nuestro pueblo, y es, en esta medida, el corazón de la lucha de clases.