URIBE VÉLEZ, EL BUSH LATINOAMERICANO
Escrito por Red Nacional De Medios Alternativos el 07/03/2008
Es, señoras y señores, en nuestro propio continente, donde también nos ha nacido un pichón imperial que no reconoce las fronteras con sus países limítrofes.
El comandante Raúl Reyes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (FARC-EP), no está más; pero no porque haya desistido de sus convicciones revolucionarias, sino porque en Latinoamérica ya hay un presidente que emula abiertamente en actitudes con Bush.
El pasado fin de semana conocimos de la ilegal incursión del gobierno colombiano y su ejército en territorio ecuatoriano, a fin de asesinar al líder revolucionario y al grupo de guerrilleros que lo acompañaban.
La escalada injerencista y flagrante violación a la soberanía del Ecuador, no sólo ha desatado una crisis diplomática entre ambos países y Venezuela –que con anterioridad igualmente se vio afectada por la misma situación-; sino que da muestras claras de hasta dónde, en nombre de la supuesta lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, pueden llegar las garras del Imperio y sus prolongaciones cipayas.
Ya no es en Puerto Rico, la penosa colonia de los Estados Unidos donde hace unos pocos años asesinaron a Filiberto Ojeda Ríos, líder de la organización independentista Macheteros; ni es del otro lado del mundo donde masacran a iraquíes o de la mano de Israel a palestinos. Es, señoras y señores, en nuestro propio continente, donde también nos ha nacido un pichón imperial que no reconoce las fronteras con sus países limítrofes. Donde con la complicidad de militares corruptos venezolanos, lograron secuestrar en 2004 a Rodrigo Granda y arrastrarlo hasta territorio colombiano, donde este fin de semana masacraron en lado ecuatoriano a Raúl Reyes. Me pregunto si este neo aguilucho, pensará intimidar solamente a los gobiernos y pueblos con los que limita, o si además alucinará con que en el resto de Latinoamérica o el Caribe, también puede haber “un oscuro rincón que albergue al terrorismo” y así arguyirse el derecho de atacarnos.
El paraasesino que llegó a ser presidente
Nada es casual en esta vida. Es cierto que no siempre los orígenes de una persona pronostican su vida futura; pero la historia de una persona puede explicarnos a ciencia cierta cómo es y cómo se maneja a sí misma.
Nacido en el seno de una familia cuyo padre fue un terrateniente ganadero y su madre concejala en Medellín, este personaje que hoy preside la nación colombiana, carga con un historial que oscila por varios estamentos. Graduado en bachillerato, con una licenciatura y un doctorado en Derecho y Ciencias Políticas, militante de las juventudes Liberales; pero también, jefe de Bienes de Empresas Públicas de Medellín (operadores de telecomunicaciones), secretario general del Ministerio de Trabajo en la presidencia de Julio César Turbay Ayala, director del Departamento de Aeronáutica Civil y alcalde de Medellín por el Partido Liberal; logró durante sus gestiones públicas, con la cobertura social que estas suponían, y mediante el uso indebido de los medios que manejaba, recibir contribuciones fehacientemente provenientes del narcotráfico, el paramilitarismo y el lavado de dinero.
Desde los inicios de su carrera política, insistió en el reforzamiento de las fuerzas del orden para combatir todas las manifestaciones revolucionarias que se suscitaran en el plano nacional y manifestó entera simpatía por el establecimiento de una economía neoliberal.
En la década del ochenta, asume una concejalía en Medellín, y posteriormente gana un escaño para senador durante la presidencia de Virgilio Barco Vargas, que renueva en el mandato de César Gaviria Trujillo, desde donde impulsó leyes para la privatización en el Sistema de Seguridad Social y laborales que lo enfrentaron a los sindicatos. Instruido cachorro de Harvard, cursó un posgrado en Especialización y Gerencia y otro sobre Negociación de Conflictos.
A mediados de la década del noventa, asume como gobernador en el estado de Antioquia y si bien allí se le ha reconocido la aplicación de un Estado Comunitario, de participación ciudadana en las decisiones para algunas cuestiones que incluyó a un amplio espectro social y político de la población; en realidad, fue entendido este mandato como el rearme y organización de la población civil para la lucha contra la guerrilla y otras organizaciones de izquierda o progresistas.
Mediante su gobernación, diferentes planes extranjeros y nacionales sirvieron como instrumento en la expansión de las organizaciones paramilitares y se estrechó su relación con ciertos oficiales del alto mando de las Fuerzas Armadas que también sostenían vínculos con el paramilitarismo. La fiesta de la violación de los Derechos Humanos, la persecución y la cacería de brujas, seguía como leit motiv de la política uribista.
Durante el mandato de Andrés Pastrana, parte como profesor becario a una escuela de la Universidad de Oxford y regresa para las elecciones presidenciales de su país durante 2002. Opuesto a las negociaciones que desde el gobierno de Pastrana se habían establecido con las FARC, enfrentándose al ministro del interior Serpa y también candidato presidencial, anuncia su propia candidatura.
Con discursos en torno a conseguir la paz en Colombia de forma más ágil, aceptando el asesoramiento injerencista de tropas extranjeras para supuestamente combatir el narcotráfico y la producción cocalera, así como la inversión millonaria de Estados Unidos para esta gestión, lo colaron como por un tubo en el camino a la pseudopaz que proponía. Significativas son hoy más que nunca sus cuatro propuestas fundamentales de derrotar la politiquería, la corrupción, la violencia y el compromiso con la inversión social. No obstante, su autodefinición como demócrata con sentido de autoridad y capitalista con vocación social, no hacen más que confirmar en la actualidad su exacerbado autoritarismo y su filiación neoliberal.
Las elecciones le dieron el 53,1 % de los votos, muy por encima de Serpa (31,8%) del Partido Liberal, Garzón (6,2%) del Frente Social y Político, Sanín (5,8%) del Partido Conservador Colombiano, e Ingrid Betancourt (0,5%) de Partido Verde Oxígeno; aunque es importante destacar que la abstención alcanzó un 53,6%.
Desde la presidencia de Colombia, no ha hecho más que abrazar el proyecto político yanqui que contiene a las clases dominantes y al gran capital e implementar la cultura de la militarización contra la lucha insurgente. Ha potenciado sus vínculos con el FMI, el Banco Mundial y otros organismos en la amortización de la deuda externa que asciende a unos 40 millones de dólares. El desempleo durante su gestión ha alcanzado a un 25 % de la población de la ciudad y al 45 % de la rural. El índice de pobreza abarca a más de la mitad de la población.
Su oferta de negociaciones con las FARC, giran en torno a la mediación internacional, la reinserción en la sociedad civil, establecer una tregua previa firme y no despejar ninguna zona. A su vez, profundizar en la lucha mediática y calar en una derrota militar de la guerrilla.
Cazando mentiras colombianas
Las primeras noticias anunciaban desde lado colombiano “que no se había violado la soberanía ecuatoriana”. A medida que transcurría el tiempo, las imágenes hablaban por sí solas. El gobierno colombiano mintió, mentía y miente. El ataque se había producido en territorio ecuatoriano y no hubo combate alguno. Las tropas colombianas cruzaron la frontera para, cual animales salvajes, asechar a su presa y devorársela. Tomaron a esos seres humanos por asalto, mientras dormían los bombardearon, les dispararon y quién sabe si no los hayan incluso, torturado. Cruel y particular ensañamiento tuvieron con Raúl Reyes y Julián Conrado; del primero hemos podido ver –debido a la macabra prensa que parece disfrutar de lo sucedido- no sólo una pierna astillada, sino dos balazos: uno en su pecho y otro en su rostro, como si las balas quisieran matar no sólo al hombre, sino también a las ideas. A ambos cuerpos se los llevaron como trofeo, como enseña de la proeza cometida para que el emperador latino tuviera pruebas exactas de que la misión no había fallado.
Con este operativo, el pajarraco aventajado del imperio mayor, quiso dar muestras de su gran osadía pero, en medio del escándalo, sólo logró que tres días después se pronunciara la Casa Blanca, palmeándole la espalda, ratificando su apoyo monetario incluso avalado por la firma de un TLC, y aduciendo el establecimiento de un acuerdo fatuo, entre países hermanos.
Pero los esfuerzos de Uribe por obtener la simpatía imperial, no acabaron allí. Ahora -desde niveles inferiores de poder- anuncia que tiene suculentas “pruebas” dentro de las tres computadoras que fueron apropiadas durante el operativo, que involucran a los gobiernos de Ecuador y Venezuela con las FARC-EP. Como de la galera de un mago, Colombia está sacando imágenes y textos, que si no fuera por las explicaciones que adosa intencionalmente el mismo jefe de la policía nacional, bien podrían tener otras explicaciones, incluso de ficción. Imagínese que es el mentiroso victimario quien pretende convertirse en víctima acusando a los países agredidos, mediante pruebas que parece se hallan en el computador, y por qué no, también en su imaginación o mal intencionada actitud.
Después de ver cómo se ha desarrollado todo este evento, dudo que alguna persona con sentido común de esta tierra, pueda creer un ápice de lo que de aquí en más anuncie Uribe Vélez y su pandilla. Sin dudas, lo que digan, no es éticamente creíble, no se justifica conseguir el fin con esos medios.
Ningún país latinoamericano dejará internacionalizar el conflicto y mucho menos aceptará la mentira como justificativo para una agresión. La crisis fue provocada por el gobierno colombiano y con la anuencia del yanqui, en cruzada directa contra los gobiernos que en la región tienen posiciones revolucionarias o progresistas.
El interés que tienen Colombia y Estados Unidos sobre el proceso de paz, se traduce en el mal llamado Plan Patriota y continuamente fracasado Plan Colombia, que difieren a años luz, de los canjes humanitarios y civilizados a los que apuestan la mayor parte de los países del mundo y del cual han dado muestras unilaterales las FARC-EP. Si los canjes humanitarios que vinieron aconteciéndose hasta el momento, para unos sirvieron en cuanto a labor de espionaje, y para otros en un franco acercamiento a la paz, es algo que ya hemos ido identificando según los personajes.
En lo que no se puede ser necio, es que más allá de simpatías políticas, mientras los detenidos por las FARC EP son personajes de incidencia en la vida política colombiana, y además agentes declarados de la CIA (Agencia Central de Inteligencia por sus siglas en inglés) y no contratistas como se quiere hacer ver; los secuestrados por el gobierno colombiano –sin contar los asesinados, por supuesto- son personas comunes y corrientes, apresados algunos en cárceles colombianas, pero otros han sido enviados a cárceles norteamericana como es el caso de Sonia y Simón Trinidad, donde incluso a este último lo han sentenciado a 60 años de prisión. Es un dato que no debemos dejar escapar, para hacer un juicio acercado a la realidad y distante de los paquetes literarios que nos quieren vender.
Si en estos momentos tenemos un clima de guerra o crisis, es únicamente porque nos sentimos igualmente ultrajados que el Ecuador. No podemos permitir que la impunidad nos aplaste, nos anestesie. Si la guerra sirve para defender nuestra dignidad y soberanía, es una pelea que no vamos a dejar de dar. Avalar al gobierno de Uribe Vélez tras su actitud del pasado 1 de marzo, es ponerse del lado del terrorismo, de la parapolítica y es hacer prevalecer lo peor de cada uno de nosotros.
Gabriela García Alifano – periodista cubana
para Red Eco Alternativo